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Written by 12:51 pm Notas de opinión, Política

Misiones ejerce su libertad política

Por Jorge Castro

“La pequeña provincia de Misiones contra el establishment comunicacional que se cree dueño de la Argentina. Misiones logró desnudar una pretensión engañosa.”

La frase no es exagerada. Mientras los grandes medios de Buenos Aires daban por sentado que la ley de Ficha Limpia iba a ser aprobada sin resistencia, desde el rincón norte y selvático del país, una jugada política orquestada con precisión quirúrgica por Carlos Rovira desbarató el espectáculo montado para consagrar al macrismo en el nuevo ciclo político. Y no fue una decisión menor: los senadores misioneros, con su voto en contra, cambiaron el tablero entero.

Porque el guion ya estaba escrito: Silvia Lospennato, bendecida por Mauricio Macri como candidata en CABA, impulsó una ley que, si se aprobaba, la posicionaba como la nueva cara del orden moral, con la Ficha Limpia como estandarte. La ley iba a ser su plataforma. Pero alguien en Misiones leyó la jugada completa, y movió primero. Con un voto silencioso pero decisivo, los senadores del Frente Renovador de la Concordia desactivaron la maniobra impulsada por uno de los actores de la vieja política porteña.

Lo que parecía una defensa corporativa fue, en verdad, una maniobra estratégica. Carlos Rovira no sólo impidió la consolidación de una mayoría que buscaba condicionar al presidente Milei: además, empujó una dinámica que favorece al gobierno nacional y, al mismo tiempo, abre la posibilidad de una verdadera renovación dentro del peronismo, comenzando por el distrito que más lo necesita: la provincia de Buenos Aires.

Porque el trasfondo es más profundo. Si Ficha Limpia se aprobaba, no solo se entronizaba a Lospennato: también se sellaba la escena política con los rostros de siempre. En cambio, al caer, se desinfla la candidata de Macri, pierde protagonismo el propio ex presidente —“padre de una perdedora”— y se habilita, con sutileza quirúrgica, la posibilidad de que Cristina Fernández de Kirchner vuelva a escena… con grandes chances de perder. Así, Milei gana. Porque si hay algo que necesita el presidente es volver a enfrentar a quien mejor le calza como adversaria simbólica. El antikirchnerismo es su combustible más puro.

Y en ese movimiento aparece Rovira, el único dirigente que entendió la simultaneidad de todos esos escenarios. Hizo que Milei se asociara al triunfo sin necesidad de intervenir. Es sutil: si salía Ficha Limpia, Macri ganaba porque posicionaba a su candidata. Ahora, con la caída, gana Milei. Su candidato en CABA, Manuel Adorni, sube en las encuestas. Y lo más importante: se desarmó una mayoría opositora en el Senado que pretendía imponerle agenda al Gobierno.

Rovira tendió, además, un puente invisible pero firme. Porque para gobernar, Milei necesita algo más que votos circunstanciales. Necesita una nueva mayoría, una alianza transversal que no esté sujeta al corset ideológico de los partidos tradicionales. Esa arquitectura comenzó a delinearse con este movimiento: la política no se hace solo con gestos grandilocuentes, sino con decisiones quirúrgicas en el momento oportuno.

Y mientras tanto, el país miraba a otra parte. El circo estaba montado para otra cosa. Todos hablaban de transparencia y moralidad, pero nadie decía que el PRO gobierna CABA hace 17 años y jamás impulsó la Ficha Limpia allí. En cambio, en Misiones, ya existe una ley electoral que prohíbe a los condenados ser candidatos. Y aun así, se le permitió competir al ex policía retirado Ramón Amarilla, porque la consigna fue clara: en Misiones no se proscribe porque en Misiones decide el pueblo. A la Justicia lo que es de la Justicia, y a la política, lo que es de la política.

Y como dijo Milei, esto fue “un cuento chino del PRO” que a la gente no le importa. Y los sondeos en Misiones lo confirman: más del 90% de los ciudadanos no ven este tema como prioritario.

Con este movimiento, Misiones reafirmó lo que su historia reciente viene demostrando: el voto misionero es el único libre de ataduras y cepos ideológicos y políticos. Es un voto independiente, liberal en términos políticos, que responde solo a los intereses de los misioneros. No es rehén de las lógicas porteñas, ni de los bandos que se reparten el poder desde hace décadas. Aquí, la reiteración es virtuosa cuando lo decide el pueblo. Y cuando no, se baja.

Carlos Rovira entendió que lo que está en juego no es solo una ley, sino el futuro del mapa político nacional. Y movió para que Milei gane. Pero también para que Cristina se vaya, dejando paso a un peronismo renovado, menos centrado en nombres propios y más enfocado en representar a la sociedad real. El votante no quiere más guerras santas entre bandos mediáticos. Cuando la agenda política le interesa al ciudadano, es el ciudadano quien manda. No los medios.

Desde Misiones, una vez más, se le recordó a la Argentina que hay otro camino. Uno que no pasa por las luces de los sets televisivos, sino por la estrategia, la autonomía y el pensamiento político real.

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