En un cruce de pinceles, recuerdos y emociones, Susana Quintana y su hija Marisol de la Torre presentan Trazos compartidos, una exposición que se inaugura este viernes a las 19 horas en la sala principal del Museo Provincial de Bellas Artes Juan Yaparí, en Posadas. La propuesta reúne obras que dialogan entre sí desde dos miradas diferentes, pero profundamente conectadas por la sensibilidad, el paisaje misionero y el amor por la creación.

Como es habitual en este espacio cultural, la primera inauguración del mes marca una celebración del arte local, y en esta ocasión, lo hace con una propuesta que entrelaza biografías, herencias visuales y complicidades. Durante todo julio, el público podrá recorrer esta muestra en la que madre e hija invitan a contemplar no solo sus trabajos individuales, sino también un proceso íntimo y compartido.
A través de paisajes, flores, figuras humanas y naturalezas muertas, las artistas despliegan sus técnicas, estilos y búsquedas personales. Pero más allá de los temas que las inspiran, Trazos compartidos se vuelve una conversación plástica sobre lo que se transmite, lo que se aprende juntas y lo que se transforma cuando el arte se vuelve vínculo.
Susana Quintana: de la psicología al bastidor
Conocida como “Huby”, Susana Quintana es psicóloga de profesión y artista por vocación. Nació en Córdoba, pero desde joven se radicó en Misiones, donde desarrolló su carrera y su vida familiar. Desde pequeña encontró en el dibujo un refugio y una fuente de alegría: “El lápiz fue mi amigo y me dio las mayores satisfacciones”, recuerda.

Aunque transitó por talleres con artistas como Colorín Otaño, Hugo Viera, Mirta Bermuller, Ernesto Engel y Sandra Bonetti, se define como autodidacta. Su trazo se formó al calor de la práctica y la pasión. Con los años, sumó color y pinceles, sin abandonar su fascinación inicial por el dibujo.
“La mayor seducción la ejerce sobre mí la figura humana, aunque también me atrapó el paisaje misionero con su luminosidad”, señala. Sus trabajos exploran la anatomía y las emociones que el cuerpo puede transmitir. Su estilo es detallista, cuidadoso, con una notable seguridad en el trazo.

Susana se siente desafiada por técnicas como la espátula o la acuarela, que exigen soltar el control. “Me parece apasionante la espátula, pero me cuesta incorporarla por mi necesidad de controlar el trazo. Lo mismo me sucede con la fascinante acuarela. En algún momento me animaré al reto”.
Pintar, para ella, es una forma de vivir: “No podría vivir sin pintar, es como si dejara de usar una parte de mi cuerpo. El desafío de pasar de la frustración al placer de la expresión deseada me hace sentir en plenitud”.
Marisol de la Torre: una pasión que creció con el tiempo
Por su parte, Marisol de la Torre descubrió su amor por las artes plásticas en la adolescencia, aunque los recuerdos de infancia ya la acercaban a la creación. “Recuerdo a mi madre redecorando, pintando o embelleciendo cada rincón del hogar. Hacía de cada espacio un lugar especial”, relata.

A lo largo de los años, Marisol transitó por distintos talleres, donde exploró cerámica, pintura sobre tela y vidrio, además del acrílico. Su experiencia como repostera durante una década le dio soltura manual y creatividad, cualidades que hoy se trasladan al lienzo. También se formó como coach ontológica y actualmente tiene una tienda de moda circular en Candelaria.
Pero fue en el taller de Mirta Bermuller donde encontró la técnica que la enamoró: el óleo sobre lienzo y la espátula. “Allí descubrí mi amor por el espatulado y por combinar colores. También fue el espacio donde conecté con mi madre desde otro lugar, a través de cada pincelada, charla y risa compartida”.

El arte, entonces, no solo se volvió un camino personal, sino también una forma de reencuentro con su madre. “Pintar se convirtió en una pasión que me traslada a ese mundo de colores infinitos”, expresa.
Sus obras exploran la naturaleza, las flores, la vida doméstica y cotidiana desde una mirada contemplativa y vibrante. A diferencia de su madre, se siente cómoda con la libertad que permite la espátula, que le da textura y movimiento a sus creaciones.
Arte como lazo, refugio y expresión
Trazos compartidos no es solo una exposición de pinturas; es un testimonio vivo de cómo el arte puede tender puentes, sanar heridas, estrechar vínculos y construir un lenguaje común entre generaciones. Lo que empezó como una actividad compartida en un taller, se transformó en un proceso artístico fecundo, en una conversación constante entre madre e hija.
A través de esta muestra, ambas artistas abren las puertas de su mundo interior y familiar. El público podrá ver no solo el resultado final de sus obras, sino también intuir el proceso de construcción conjunta, las decisiones estéticas y emocionales que acompañan cada tela.
La muestra estará disponible durante todo el mes de julio en el Museo Provincial de Bellas Artes Juan Yaparí, un espacio que sigue consolidándose como un escenario para artistas misioneros de distintas generaciones. La inauguración será este viernes 5 a las 19 horas, con entrada libre y gratuita.
Quienes visiten Trazos compartidos encontrarán no solo pinturas, sino también historias, gestos y emociones que hablan del arte como una forma de encuentro, de memoria y de amor.