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Written by 7:00 am Notas de opinión

De pasos distintos y espacios nuevos

(*) María Rita Nahúm

“Veo a un ciego, con su bastón blanco, en medio del desierto. Llora. Llora sin poder encontrar su camino, porque no hay obstáculos”. Leí esta frase y me quedé pensando en las oportunidades que no vemos cuando estamos inmersos en la complejidad. La sencillez en ocasiones nos perturba. Seguimos buscando esa quinta pata, esa segunda intención.

Aprendemos a caminar con el bastón que nos indica dónde están los obstáculos. Quizás, si tuviéramos menos expectativas, si nos diéramos permiso para transitar la incertidumbre con la confianza de que errar es una posibilidad de aprender, el desierto se convertiría en una promesa de secretos oasis.

Tal vez sea cuestión de dejar de mirar al pozo y también comenzar a mirar al cielo. ¿Y si probamos con abandonar esa vieja costumbre de repetir acciones tratando de encontrar culpables, mientras la letanía de las viejas rutinas nos deja fuera del juego? Es tiempo de preguntarnos: ¿Qué me separa de mis logros?

Muchas veces, lo cotidiano encierra la clave que estamos buscando. Solo necesitamos afirmarnos en la capacidad de observación y permitirnos el asombro que da lugar a esas preguntas que nos llevan a ver lo que no vimos antes. Si empezamos a caminar con pasos firmes, conscientemente, podemos detenernos en la observación de nuestra forma de caminar y descubrir que es también nuestra forma de andar por la vida. Entonces, abrimos otra vez el espacio para las preguntas vitales: ¿Qué puertas cierro y cuáles abro cuando me apuro? ¿Y cuando voy demasiado lento? ¿Qué precios pago por no decidirme a caminar? Mis pasos hablan de mí. ¿Qué te dicen los tuyos?

Pasos perdidos, senderos encontrados

¿Quién dijo que hay un solo sendero y un solo lugar para llegar? La forma en la que nos disponemos a caminar tiene que ver con la manera en la que percibimos el camino. Los límites nos sirven para marcar el territorio pero, en ocasiones, nos “limitan” para seguir andando. Revisar nuestras certezas nos abre la posibilidad de encontrar los atajos que nos dejen justo allí, donde creíamos no poder llegar.

Tal vez necesitemos descubrir la fuerza que se esconde en nuestra capacidad de  asombro y escuchar hablar a los recuerdos, mirarlos con ojos nuevos, despedirlos y dejarlos partir. Hacer lugar para la vida en nosotros, no es vaciarnos de recuerdos sino resignificarlos y ubicar a cada uno en su lugar, generando un nuevo espacio, respirando el nuevo aire de la compasión y el sosiego que nos permite reconciliarnos con la esperanza.

Hacer un alto en el camino, variar la velocidad y el ritmo y encontrar el adecuado para cada momento de la vida, puede ser la clave. Creer que estar siempre en movimiento es sinónimo de avanzar, nos aleja muchas veces de los objetivos. Qué oportuno es darnos permiso para respetar nuestros propios tiempos, sin exigencias y atentos a nuestras necesidades. Y qué liviano se hace el sendero cuando nos damos cuenta de que podemos recorrerlo de muchas maneras. La experiencia es un regalo que nos permite aprender de cada paso.

En cuerpo y alma

Estirarnos un poco más. ¡En ocasiones lo necesitamos tanto! Ser más flexibles, aceptar otro punto de vista, ponernos en el lugar del otro. Tal vez sólo precisamos estirarnos un poco para ver el paisaje conocido, pero desde otro ángulo. Es bueno saber que los cambios no precisan ser tan contundentes que nos asusten y que, confiando en nosotros, podemos generar, desde el pequeño movimiento, aquel gran desplazamiento que estamos esperando que suceda. No hay una sola manera, ni un solo ritmo, ni debe ser siempre de la misma forma ¡Qué alivio descubrir que es posible disfrutar de los cambios!

Pero cuánto nos cuesta soltar. Cuántas excusas, cuántas dilaciones, cuánto tiempo invertido en esquivar el “final” sin poderlo interpretar como el principio de un nuevo tiempo.

He aprendido, al fin, que no hay un solo paso, ni un solo camino, ni una sola forma de recorrerlo y que es una gran posibilidad tener disponibles movimientos y ritmos diferentes. Da ese paso que postergaste. Aviva el fuego en tu ser. La resolución es la amorosa compañera que abre la puerta de los logros.

Descubrir la aceptación como una posibilidad no de renuncia sino de respuesta, es lo que nos habilita para seguir caminando y estrenando la vida. DEJAR IR y CONFIAR en lo que llega, es el movimiento necesario para crear el vacío y darle la bienvenida a la posibilidad.

Dejar ir lo que ha sido soltar sabiamente, igual que el otoño cuando desprende las hojas y prepara el espacio para que la primavera, a su tiempo, haga su trabajo. Celebro los inicios porque en cada movimiento duerme la esperanza de la transformación.

Te deseo que disfrutes de los misterios del camino. Es tiempo de sanar el corazón.

(*) Periodista y Master Coach

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