En un contexto global donde la salud y el medio ambiente cobran creciente relevancia, Misiones se posiciona como un referente en el debate sobre el uso del glifosato. Jaime Ledesma, ingeniero forestal y ex-presidente del Colegio de Ingenieros Forestales de la provincia, señala que el impacto de este agroquímico va más allá de las chacras: afecta directamente a las personas y al equilibrio ecológico. “El glifosato no es lo tan macanudo que decían respecto a la salud humana”, afirma tajante Ledesma, apoyado en estudios internacionales y el caso emblemático de los Monsanto Papers.
Una historia de pioneros ambientales
Misiones siempre ha liderado las políticas ambientales en Argentina. Fue la primera provincia en establecer un Ministerio de Ecología en los años 80, gracias a los esfuerzos de profesionales como Ledesma. Este organismo marcó un hito en la protección de los recursos naturales y, con el tiempo, su enfoque se ha expandido hacia cuestiones como los agroquímicos.
Según Ledesma, la legislación provincial avanzó de manera temprana con la primera ley de agrotóxicos, luego reemplazada por la ley de fitosanitarios. “Desde el Estado ya se abordaban las consecuencias de estas sustancias, como las malformaciones congénitas por su mal uso en zonas tabacaleras”, comenta. Estos antecedentes posicionaron a Misiones como una provincia que no teme debatir las prácticas agropecuarias tradicionales.

El glifosato bajo la lupa
Los estudios recientes sobre el glifosato aportan pruebas contundentes de sus riesgos. Ledesma cita la Antología Toxicológica del Glifosato +1000, un compendio de más de mil casos que evidencian los daños de esta sustancia. Además, menciona un informe del Instituto Nacional del Cáncer de Argentina que refuerza la conexión entre el glifosato y el cáncer. “No hay dos bibliotecas sobre esto. Desde los Monsanto Papers, solo hay una: el glifosato es nocivo”, asegura.
El impacto no distingue entre las vastas extensiones de soja en Buenos Aires y las chacras misioneras. En ambas geografías, el riesgo para la salud humana y ambiental es equivalente. “Un estudio del programa SPRING, que analizó 74 personas, muestra cómo el glifosato se acumula en los cuerpos. Los resultados no son nada positivos“, explica Ledesma.
Chacras libres de glifosato: un camino posible
Ante esta problemática, Misiones ha dado un paso al frente. Desde 2020, la ley XVI-124 prohíbe el uso de glifosato en áreas urbanas, centros educativos, zonas protegidas y cercanías de cursos de agua. Para Ledesma, esta norma marca “una territorialidad distinta” y establece un ejemplo para otras provincias. “Decidir avanzar hacia chacras libres de glifosato es un rumbo claro”, enfatiza.
La transición no está exenta de desafíos. Sustituir un insumo tan extendido como el glifosato requiere tiempo y alternativas viables. En este sentido, la ley de bioinsumos aparece como una herramienta clave. “Se trata de una nueva posibilidad de discusión hacia una ruralidad diferente”, reflexiona Ledesma.
Un cambio global y necesario
El impacto del glifosato no es exclusivo de Argentina. En la cumbre Estocolmo +50, se instó a los países a adoptar soluciones basadas en la naturaleza. Este llamado resuena con fuerza en Misiones, una provincia que, además de su biodiversidad, se destaca por su compromiso ambiental.

Ledesma advierte que los intereses económicos complican la lucha contra el glifosato. “No es una batalla sencilla. Hay enormes intereses detrás de su uso”, señala. Sin embargo, también reconoce que el mundo está cambiando y que la demanda por prácticas sostenibles va en aumento. “El camino es lento, pero es el correcto”, concluye.
Salud y sustentabilidad como prioridades
La discusión sobre el glifosato trasciende fronteras y sectores. En Misiones, el liderazgo ambiental y la legislación vanguardista ofrecen un modelo para el país y el mundo. Como señala Jaime Ledesma, la transición hacia bioinsumos es un proceso que requiere tiempo, pero es esencial para garantizar un futuro más saludable y sostenible. La relación entre el glifosato y el cáncer no puede ser ignorada; al contrario, debe ser el motor para un cambio profundo en nuestras prácticas agropecuarias y en nuestra visión del desarrollo rural.