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Written by 7:47 am Internacionales, Música

Hoy es el bicentenario de la Novena Sinfonía de Beethoven, la obra más influyente de la historia moderna

Hace 200 años se estrenó en Viena una de las obras más importantes de Beethoven y la última sinfonía completa del compositor alemán.
Conocida también como Coral, es especialmente conocida por su último movimiento, el Himno de la alegría, adoptado por la Unión Europea como su himno nacional.

Hoy se cumplen 200 años de uno de los momentos culminantes en la historia de la música: el 7 de mayo de 1824 se estrenó en el Theater am Kärntnertor (Teatro de la Puerta de Carintia), de Viena, la Novena Sinfonía de Beethoven.

La obra maestra fue interpretada en millones de ocasiones, sus diversos movimientos, utilizados de mil maneras, forma parte del canon de la música clásica, está rodeada de leyendas, anécdotas y su influencia no solo musical, sino social, es inabarcable. Su partitura, manuscrita, fue la primera obra musical inscrita en el Registro de la Memoria del Mundo por la UNESCO. Es, ligeramente modificada, el himno europeo desde 1985 y tuvo larga tradición en el mundo olímpico.

Es innecesario decir que cuando se le encargó a Beethoven la composición de esta Sinfonía, en 1817 por la Sociedad Filarmónica de Londres, Ludwig van Beethoven era ya un músico de gran reputación. La obra tiene, con lógica, influencia de otras de sus composiciones y tardó más o menos un año y medio en finalizarla (de 1822 a 1824). Beethoven había nacido en Bonn (que luego sería capital de una Alemania entonces inexistente) pero había conquistado una Viena que en aquel momento era la capital musical de Europa. Aunque en un primer momento quiso estrenar su obra en Berlín, acabó accediendo a las peticiones de sus admiradores vieneses. Andando el tiempo el cineasta Billy Wilder diría “Austria ha convencido al mundo de que Hitler era alemán y Beethoven austriaco, pero es al revés“.

La obra dura aproximadamente 70 minutos y consta de cuatro movimientos, que pasa con bellísimas transiciones de la solemnidad a la ligereza y que incorpora partes instrumentales y cantables, siendo estas una versión de la Oda a la Alegría del poeta Schiller en el cuarto movimiento, y que la instrumentación necesaria es amplísima. Y que fue elegida como símbolo del Movimiento Romántico, que ‘liberó’ el arte europeo a todos los niveles de las formas clásicas y académicas.

Así fue el estreno

El estreno de la obra ya es, en sí, legendario. Hubo de reunirse a la mayor orquesta jamás vista en Viena. Se anunció la dirección de Beethoven aunque, como para entonces ya estaba completamente sordo, el director real fue el Kappelmeister Michael Umlauf: los músicos sólo hacían caso a su dirección aunque Beethoven estaba a su lado y gesticulaba marcando los tiempos de ejecución de una música que seguía en la partitura pero que no podía oír. Era la primera actuación pública, además, del maestro desde 1812 por lo que el estreno fue un acontecimiento al que no faltó el mismísimo Príncipe Metternich, el ‘gobernador de Europa’ en la época.

Y la ‘première’ fue un enorme éxito. La interpretación fue varias veces interrumpida por los asistentes con vítores y aplausos. Los músicos y cantantes indicaban a Beethoven que se volviese al público para ver los gestos ya que no podía oír las ovaciones.

Beethoven murió tres años después, y cuenta la leyenda que muchos compositores tras él no quisieron componer sinfonías más allá de la octava por miedo a un ‘maleficio‘. Es otra leyenda –si non e vero e ben trovatto– que Beethoven había dicho que el primer movimiento describía a la muerte llamando a su puerta. Sólo Shostakovich llegó a la décima. Mahler escribió una novena pero no se atrevió a darla tal nombre. Dvorak Bruckner también escribieron Novenas. La verdad es que no es fácil alcanzar tal número. Mozart llegó a las 41 pero es que era Mozart, compuso la primera a los ocho años y en su tiempo eran más ‘sencillas’.

En el cine

Es mucho lo que se puede contar sobre la Novena. En el Cine, el Séptimo Arte como sabemos, una de las películas más revolucionarias de todos los tiempos La Naranja Mecánica, estrenada por Stanley Kubrick en 1971, se basa prácticamente en la Novena Sinfonía a partir de la peripecia del neurótico y ultraviolento pandillero Alex, que ‘oye’ física o mentalmente a Beethoven cuando practica el sexo o la agresión, y luego sufre un condicionamiento mental para enfermar cuando siente impulsos violentos… o escucha a Beethoven, pues en su mente ambas cosas estaban asociadas. Son incontables las películas -y de forma no menor anuncios publicitarios– que incorporan alguno de sus movimientos.

En el deporte y el mundo olímpico

En el mundo del deporte, la Novena tuvo también un profuso uso, sobre todo olímpico, aunque durante mucho tiempo identificó a la Copa Libertadores de América de fútbol. De 1956 a 1964 la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana compitieron conjuntamente en los Juegos Olímpicos: su himno era el Himno a la Alegría, la parte cantable del cuarto movimiento de la novena sinfonía, una melodía que el barón Pierre de Coubertin identificó como su obra preferida.

Además, la Novena sonó en Berlín 1936, en Moscú 1980, Los Ángeles 1984 y Barcelona 92. Japón, que en su día reunió el coro más grande del mundo para cantar el Himno a la Alegría, lo eligió para la clausura de los Juegos de Invierno de Nagano 1998: lo cantaron coros repartidos por los cinco continentes, y uno más en el estadio.

En el Rock: De Rainbow a Barón Rojo

También son incontables las versiones. Las concomitancias entre el rock duro y la música clásica son, pese a que sus mundos puedan parecer contrapuestos, innegables -no cuesta mucho ver a Mozart o Beethoven como músicos iconoclastas si hubieran nacido 150 años más tarde, a la manera de un Elvis, unos Beatles o unos Rolling Stones-. Nuestro Rey del Rock, Miguel Ríos, se hizo melódico para alcanzar su primer gran éxito mundial con un Himno a la Alegría cantado por él y orquestado por Waldo de los Ríos. El grupo Rainbow, uno de los epígonos de Deep Purple, lanzó en 1981 ‘Difficult To Cure‘, tal vez la más lograda versión rockera de Beethoven. Ya lo dijo Barón Rojo: “El gran Beethoven hoy tocaría rock”.

El formato de los CDs

Y en fin: otra leyenda es que el hecho de que los Compact Disc puedan contener 74 minutos y algunos segundos más es por el acuerdo entre Sony Phillips, los creadores del formato, para que el mismo pudiera incluir completa la Novena Sinfonía de Beethoven en la versión que dirigió Wilhem Furtwangler en 1951, que es la moderna versión canónica de la obra.

Así que, hoy, o cualquier otro día, dediquen esos 70 minutos a oír la Novena de Beethoven. Merece la pena. Aunque en el colegio hayan amargado su infancia obligándole a tocar con la flauta el Himno a la Alegría. Merece la pena, de verdad. Escuchen a Fürtwangler y, después, a Rainbow.

Por Fernando M. Carreño-Miguel Ángel Carbonero – Marca

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