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Written by 8:11 am Internacionales

Le cayeron dos bombas atómicas y sobrevivió

Es un caso único en el mundo. Tsutomu Yamaguchi sobrevivió a las bombas de Hiroshima y Nagasaki. El 6 y el 9 de agosto de 1945 fue víctima y sobreviviente del bombardeo en ambas ciudades. El shock traumático lo dejó mudo. Pero 50 años más tarde recuperó el habla y denunció estos ataques en los foros mundiales

El destino se empecinó con Tsutomu Yamaguchi, un ingeniero naval nipón que puso el cuerpo a las dos bombas atómicas que EEUU lanzó sobre Japón. Es el único caso registrado en el mundo. Lo increíble es que sobrevivió 60 años a los dos eventos. Los primeros días de agosto de 1945 encontraron a Yamaguchi tomando el tren que unía su ciudad natal, Nagasaki, con Hiroshima, para cumplir con sus obligaciones laborales. 

El 6 de agosto de 1945, cuando el gobierno de Estados Unidos encabezado por Harry Truman (un presidente recién asumido y que remplazaba al fallecido Franklin Delano Roosevelt) autorizó -sin más lanzar- bombas sobre población civil, él estaba caminando por la calle, a tres kilómetros del epicentro de la explosión. Vio caer algo desde el aire, sintió un tremendo ruido ensordecedor, todo se cubrió de una nube roja y negra. 

Vio fuego, más oscuridad, piedras y muros que volaban por el aire, casas enteras que se despedazaban en astillas, vidrios pulverizados, puertas enteras tragadas por las bocas del fuego, antes de poder comprender qué sucedía a su alrededor, aspiró el agrio humo negro que lo asfixiaba y se desplomó sobre el asfalto.

Horas sin moverse

En algún momento abrió los ojos y no vio nadie a su alrededor, todo era devastación.  Yamaguchi no sabía dónde estaba. Dejó pasar las horas sin moverse, hasta que logró sorprenderse de estar con vida. Los oídos le zumbaban y estaba sordo (“solo” se habían reventado sus tímpanos). Se sacó de encima los escombros que lo sepultaban e intentó levantarse del suelo. A su alrededor, todo eran hierros retorcidos y bloques de piedra. Movió penosamente algunos bloques para encontrar otros sobrevivientes. Se tambaleó sobre algunos cuerpos muertos y escuchó lamentos; no sabía si eran reales. 

Tenía los tímpanos perforados, los ojos cubiertos con un velo de sangre y el torso abrasado. Esa noche y dos más, Tsutomu Yamaguchi estuvo en una tienda improvisada para los heridos. Sin poder salir de su asombro veía cuerpos mutilados, torsos que en segundos habían devenido sólo huesos y piel; imágenes del Apocalipsis. 

A los dos días huyó despavorido del lugar y subió al tren que lo llevaría de regreso a su casa en Nagasaki, a 300 kilómetros de allí, rumbo al sudoeste.

Se refugió junto a su familia, les contó el horror que había vivido, la pesadilla de la que había logrado despertarse. 

Y, Yamaguchi retomó su trabajo en Nagasaki: dibujó planos, diseñó barcos, firmó contratos… la vida parecía seguir.

El 9 de agosto, apenas tres días después del primer horror, llegó el segundo, a las 11. Otra detonación nuclear, otra bomba caía del cielo y estallaba, ahora en Nagasaki. La tierra temblaba, el día se ensombrecía y Tsutomu Yamaguchi creía delirar.

Una vez más, el destino quiso que estuviera a 3 kilómetros del centro de la explosión, sin embargo, la muerte volvía a rodearlo: los edificios ardían, la tierra temblaba, todo era una danza del fuego y la ciudad animada ahora era un vacío. Y silencio. 

La bomba de Hiroshima asesinó a 80 mil personas en forma instantánea y dejó otros tantos heridos. En el epicentro, sobre una clínica  el suelo ardió a 1.000.000º C (un millón de grados centígrados), pero la bola de fuego irradió en un diámetro de 280 metros, a 3500 º. En ese mismo instante, el 90% de la población murió calcinada, en un radio de medio kilómetro. 

Yamaguchi creía que estaba dentro de una pesadilla y otra vez se desmayó. Y otra vez sobrevivió. Y lo que siguió fue un shock traumático que se tradujo en un largo silencio de días, semanas, meses e incluso años.

Nube negra

Ese trauma silencioso lo enmudeció durante 50 años. De la guerra y la explosión nuclear no se hablaba. El 6 de agosto de 2005, al cumplirse medio siglo desde la tragedia de Hiroshima Nagasaki, algo se rompió en él y Tsutomu Yamaguchi salió del silencio. Se rebeló y, a los 89 años, comenzó a hablar de la peor experiencia de su vida.

Recorrió varias ciudades en diversos países y llegó hasta la Organización de las Naciones Unidas para describir el horror. Comprendió que ese había sido la razón secreta de su doble supervivencia: promover la paz a través de la narración de los estragos de una guerra nuclear.

Con paciencia oriental, Tsutomu  esperó hasta 2009 a que su país natal reconociera oficialmente su exposición a la radiación nuclear. El único beneficio económico que eso le proporcionaba era una cobertura de salud y un servicio fúnebre gratuito. El 4 de julio de 2010 falleció de un cáncer de estómago.

 

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