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Written by 12:12 pm Internacionales

Salió succionado por la ventanilla del avión y pudieron salvarlo

El capitán Tim Lancaster estaba a cargo de un vuelo entre Inglaterra y España. El vidrio del parabrisas se voló y él fue succionado por la presión externa. Quedó trabado por sus piernas. Sus compañeros de vuelo lo retuvieron. Sufrió los embates de vientos de 600 kilómetros por hora en la cara y enfriamiento de congelación pero sobrevivió.

Era un vuelo de verano en 1990. Ingleses en su mayoría que viajaban a tomarse unos días de sol en la cálida España. British Airways siempre fue rigurosa en sus controles de calidad para sus materiales pero esta vez iban a fallar. El capitán Tim Lancaster estaba por vivir la aventura más sorprendente de su vida: el parabrisas delantero cambiado el día anterior había sido instalado incorrectamente y eso llevaría a que no soporte la presión externa del aire. Lancaster quedó con más de medio cuerpo afuera de la cabina mientras un auxiliar lo sujetaba de las piernas y el copiloto pedía para bajar lo más rápido posible.

El caso fue recordado por un memorioso en Twitter o X. Y sitios como BBC tienen guardada la historia. Además al menos dos programas de TV hicieron reconstrucción del hecho y de los mismos se toman las imágenes utilizadas aquí para ilustrar los momentos pasados por la tripulación.

Todo iba bien. El personal de a bordo comenzó a preparar el servicio de comida, mientras los pasajeros se acomodaban en sus asientos en el vuelo que los llevaría a sus vacaciones bajo el sol mediterráneo.

Cuando habían pasado apenas trece minutos desde el despegue, se escuchó una fuerte explosión en la cabina. En ese momento uno de los auxiliares de vuelo, Nigel Ogden, quien acababa de ofrecerles una taza de té a los pilotos, pensó que era una bomba.

“La descompresión explosiva hizo que toda la cabina se empañara como niebla por un segundo, luego el avión comenzó a caer en picada”, le dijo Ogden al periódico The Sydney Morning Herald.

Fue entonces cuando se dio cuenta de lo que realmente estaba pasando: el capitán Lancaster había sido succionado a través de un enorme agujero donde antes había una ventana.

“Todo lo que podía ver eran sus piernas. Salté por encima de la columna de control y lo agarré por la cintura para evitar que se fuera por completo (…) Todo estaba siendo succionado fuera del avión. Incluso una botella de oxígeno que había sido atornillada salió volando y casi me arranca la cabeza”, según le relató al sitio de la BBC/Mundo.

Otros dos miembros de la tripulación, Simon Rogers y John Heward, entraron a la cabina. Ogden estaba perdiendo su fuerza, mientras el cuerpo del piloto se deslizaba poco a poco hacia el exterior. Sus brazos se estaban congelando y ya no podía más. La ayuda vino en el momento más oportuno.

“Mis brazos se estaban debilitando y luego se resbaló. Pensé que lo iba a perder, pero terminó doblado en forma de U alrededor de las ventanas. Su cara golpeaba contra la ventana y le salía sangre por la nariz y un lado de la cabeza, sus brazos se agitaban”, contó Ogden.

“Lo más aterrador era que sus ojos estaban muy abiertos. Nunca olvidaré eso”.

El propio Lancaster refirió después sobre esos momentos: “Sólo sentí que me chupaba una fuerza terrible hacia afuera. Luego el viento. Feroz, huracanado. No podía respirar. Era tan fuerte que no me dejaba respirar. Ahí giré mi torso para que no me diera de lleno en la cara y pude respirar… Y después, perdí el conocimiento”.

En la serie Mayday, sigue el testimonio: “Me acuerdo que vi la cola del avión, el motor, y luego no me acuerdo de nada más. Mi memoria se detuvo en ese momento”, dijo Lancaster.

Rogers, otro de los auxiliares de vuelo, se amarró a un asiento, enganchó los pies del capitán y lo sujetó por los tobillos. Pensaban que estaba muerto.

Con vientos de 630 kilómetros por hora azotando el cuerpo de Lancaster contra el costado del avión, los tripulantes pensaron que estaba muerto y temían que, si lo soltaban, su cuerpo podría estrellarse contra uno de los motores del avión.

En medio del pánico en la cabina, el copiloto Alistair Atchinson, el copiloto, logró aferrarse a su asiento y retomó el control del avión.

Hacía esfuerzos desesperados por manejar el caos, mientras el resto de los tripulantes intentaba calmar a los 81 pasajeros que iban a bordo.

“Pude ver un cuerpo colgando de la ventana”, le contó una pasajera a la agencia británica Press Association.

“Una azafata que estaba parada cerca de nosotros, en la parte trasera del avión, comenzó a llorar. Pensé que nos íbamos a estrellar y comencé a rezar”, dijo otro pasajero.

Por el altavoz, el copiloto anunció que el parabrisas del avión se había reventado y que intentarían un aterrizaje de emergencia.

Después de todas las dificultades que tuvo para ponerse en contacto con la torre de control, y contra todos los pronósticos, Atchinson hizo un aterrizaje seguro en el aeropuerto de Southampton.

El vuelo BA5390 tocó tierra a las 7:55 de la mañana con los pasajeros y los tripulantes en shock, pero relativamente ilesos. Los aplausos atronaron la zona de pasajeros porque realmente lo que había hecho el copiloto (sin poder oír los mensajes desde tierra y habiendo perdido la carta de aterrizaje chupada por el viento) había sido majestuoso.

Cuando el avión se detuvo, los servicios de emergencia ingresaron rápidamente a la cabina de la aeronave y se encontraron con algo que nadie esperaba: Tim Lancaster aún estaba vivo.

Inconsciente y magullado, el piloto respiraba.

Los paramédicos se preguntaban cómo un hombre que estuvo  expuesto entre 10 y 20 minutos a vientos huracanados y temperaturas bajo cero logró sobrevivir.

Fue tratado por múltiples fracturas, congelación y conmoción severa, pero pocos meses después estaba de vuelta en el trabajo.

En su informe final, la Rama de Investigación de Accidentes Aéreos (AAIB, por sus siglas en inglés) del Departamento de Transporte británico concluyó que un mantenimiento defectuoso del parabrisas, realizado 27 horas antes del despegue del avión, provocó su caída en pleno vuelo.

La investigación mostró dónde estuvo la falla. El jefe de mantenimiento a cargo de la operación utilizó un conjunto de tornillos demasiado pequeños para mantener el parabrisas en su posición. Las indicaciones del manual eran claras. Pero él decidió usar otros tornillos muy parecidos a los que debían ir y que había utilizado en otras ocasiones. El problema era que este se trataba de un nuevo tipo de parabrisas y necesitaba un tipo específico de tornillos. Que estaban pero no los utilizó. Vaya situación.

En el medio de esta investigación, Tim Lancaster recibía a sus compañeros de vuelo y salvadores de su vida rodeado de sus afectos. En cinco meses volvió a volar.

Alistair Atchinson fue condecorado por su heroica acción de aterrizar un avión casi sin indicaciones (no podía oír lo que le indicaban desde tierra por el ruido en la cabina) ni papeles (se habían volado).

Y Lancaster se retiró en 2003 de su trabajo.

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