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Written by 10:14 pm Notas de opinión, Política

Salvemos al rey y eduquemos al peón

Por Fernando Oz (*)

Si el Congreso de la Nación está compuesto por dos Cámaras, la de diputados, que representa directamente al pueblo argentino, y la de senadores, que representa a las provincias. ¿Entonces, por qué tenemos en nuestro imaginario que la figura del presidente es más importante? Pareciera que los argentinos sufrimos una suerte ultra presidencialismo paternal o matriarcal, dependiendo el caso.

Según la Constitución, el jefe de Estado no puede declarar estado de sitio sin la autorización del Senado. Hay otros ejemplos de los límites de un presidente que puede ser destituido por el Congreso mediante un juicio político. ¿Qué pieza ocuparía el presidente en un tablero de ajedrez? ¿Sería el rey?

En el ajedrez, como bien sabemos, cada pieza tiene sus fortalezas y sus debilidades. Hasta un puntaje. El peón apenas tiene un punto, un soldado de infantería raso, digamos. El caballo con sus dotes para el salto y alfil, que ataca en diagonal y tiene un largo alcance, valen tres puntos. La torre tiene cinco y la reina nueve, la más alta del tablero.

La reina, algunos ajedrecistas la llaman Dama, consigue correr con cierta libertad por todo el campo de combate. Puede cumplir las mismas funciones que una torre o un alfil. Es como una fuerza especial lista para salvar cualquier partida. A pesar de sus bajos atributos, todos sabemos que el rey es la pieza fundamental. El rey no tiene valor numérico, no tiene puntos, sin embargo, lo es todo. Sin él no hay partido, por ese motivo es por lo que todas las demás piezas se sacrificarían antes de verlo caer.

Si el presidente y quien se encontrara en la vicepresidencia renunciaran, el Congreso se encargaría de cubrir ese vacío al llamar a una asamblea legislativa, etcétera, etcétera. La ley de acefalía y todo lo que vimos con la caída del gobierno de Fernando De la Rúa. El fin del mecanismo termina con una nueva elección presidencial. Como vemos, el presidente no es la pieza más importante.

Entonces podría decir que el Congreso –los representantes del pueblo y de las provincias–, en este tablero imaginario, sería la reina. El conjunto de sus legisladores tiene más fuerza que un presidente, lo pueden preceder. En cambio, si un presidente decide cerrar el Congreso se convierte en un dictador.

Si el Congreso es la reina, tal vez, el presidente puede ser una torre, y por debajo vendrían los ministros, algunos alfiles y otros caballos. A esa misma altura estarían los ministros de la Corte Suprema, todos a tiro de juicio político en el Congreso. Los de más abajo, los que están desguarnecidos en esa primera línea, son los pones, es decir, el ciudadano de a pie, el individuo, mí par. Ya tenemos en el tablero a todas las piezas que podemos sacrificar para que no caiga el rey, pero ¿quién es el rey?

Cuando la figura del rey aparece es porque el territorio propio ya se encuentra bajo asedio. Recién sentimos la capacidad de daño del adversario en el primer jaque. Es como en los tiempos de crisis, únicamente es en esos complejos momentos cuando las naciones desnudan su alma. Nuestro rey es la Nación, es decir la suma de las individualidades y su historia, la sucesión de una serie de pueblos a través del tiempo.

El presidente Javier Milei no puede sacrificar el Congreso, que es la reina, una pieza mayor, para salvar a sus ministros, su ejecutivo, su plana mayor. Cuando el Gobierno ultraliberal apunta contra las provincias, altera el federalismo de Estado, el principal nutriente de la savia de nuestra Nación.

Todas las provincias se vieron afectadas, incluso hasta las que vienen manteniendo sus cuentas en orden y sin déficit, como es el caso de Misiones, en consecuencia, nos involucra. Ya va siendo tiempo que las provincias se pongan de acuerdo, dejen de lado cuestiones partidarias o mezquindades individuales y comiencen a proteger al único rey, que es el Estado Nacional.

En buena hora que los senadores de Innovación Federal se hayan puesto al frente de los reclamos del sector educativo; ya avizora un marzo conflictivo. El Gobierno ultraliberal debe a Misiones 3.500 millones de pesos que debían ser destinados a la educación. No me extraña, no sea cosa que el día de mañana un peón educado llegue a la punta contraria del tablero y se convierta en reina y luego tenga que ajusticiar a la torre que quiso ser rey, por traición a la Nación, esa que es con mayúscula.

(*) Escritor, periodista y licenciado en Relaciones Internacionales. Grupo Atlántida.

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