El 1 de septiembre se conmemora el Día Mundial de la Dactiloscopía; busca hacer honor a Juan Vucetich, el hombre que vió la importancia única de los rastros biológicos humanos para recabar pruebas en los crímenes.
Sherlok Holmes le estaría agradecido. Crecimos leyendo caricaturas o viendo películas policiales en las que detectives buscan pistas con su lupa en mano. Amantes de las series de criminalística entenderán a lo que me refiero, cuando entran a buscar indicios en escenas de crímenes con plumones para levantar huellas dactilares.
El descubrimiento de un argentino por elección
Juan Vucetich fue un astro-húngaro que terminó viviendo en Argentina. Descubrió el verdadero poder de las huellas digitales para resolver crímenes hasta la fecha irresolubles. Esta ciencia puede ser posible debido a un dato no menor: no existen dos huellas dactilares iguales. Nuestras huellas son nuestra marca registrada, cada persona tiene un patrón único.
Vucetich logró que la dactiloscopia fuera reconocida como una ciencia infalible de la identificación humana, desplazando el viejo método antropométrico. A partir de cuatro formas que se repiten en las huellas; arcos, presillas internas, presillas externas y verticilos, la Policía Bonaerense creó en 1891 el primer registro dactiloscópico del mundo, y en 1896 surgió el Sistema Dactiloscópico Argentino.
El Método Vucetich no se limitó a la criminalística, sino que también dio origen a la Cédula de Identidad, el primer documento identificativo que también fue adoptado por países como Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil. Hoy en día, la dactiloscopia es fundamental para la autenticación de documentos y de la identidad. Sino, ¿cómo desbloqueás tu celular?
N.M.
