La crisis del PRO no solo es externa, con un oficialismo que avanza firme sin necesitar sus votos, sino también interna, marcada por fracturas que amenazan con desintegrar el partido amarillo.
Desde su llegada al poder, Milei ha conseguido logros significativos: estabilización macroeconómica, control de la inflación y un repunte en las expectativas económicas. Todo ello, acompañado por una narrativa que desprecia a la “casta política”, ha aislado al PRO y otros actores tradicionales del espectro político. En este contexto, el gobierno libertario se posiciona como la fuerza hegemónica en la reconfiguración del sistema político argentino, dejando al PRO en una posición secundaria y sin capacidad de influir.
Las divisiones internas que fracturan al PRO
La incapacidad del PRO para ofrecer una respuesta unificada a los desafíos actuales es evidente. Dentro del partido, las facciones se han radicalizado, generando tensiones que dificultan cualquier tipo de estrategia conjunta. Por un lado, están los “integrados”, liderados por figuras como Patricia Bullrich, quienes proponen un acercamiento a La Libertad Avanza (LLA) a cualquier costo. Por otro lado, los “autonomistas” buscan marcar un perfil propio, apostando por una estrategia diferenciada que, hasta ahora, no ha mostrado resultados alentadores.

Esta división se hizo evidente en el cierre del período legislativo ordinario, donde las votaciones del PRO mostraron un bloque fragmentado. La fallida sesión de “ficha limpia” y la postura dividida en la expulsión de Kueider ejemplifican el desorden interno. La falta de liderazgo claro y las intrigas internas han dejado al PRO en una posición vulnerable, incapaz de articular una oposición efectiva frente al oficialismo libertario.
Milei, fortalecido, ya no necesita al PRO
Para el círculo íntimo de Javier Milei, el PRO ya no tiene relevancia estratégica. Santiago Caputo, principal asesor presidencial, y Karina Milei, encargada del armado electoral, coinciden en que el oficialismo ha absorbido a gran parte del electorado amarillo. Esta perspectiva refuerza la idea de que no es necesario buscar acuerdos con un partido que consideran políticamente debilitado y dividido.
El gobierno de Milei ha logrado importantes victorias legislativas sin el apoyo del PRO, lo que subraya su falta de utilidad como “garante de gobernabilidad”. En cambio, la narrativa libertaria encuentra en el PRO un blanco perfecto para destacar los fracasos de la “casta” y consolidar su discurso antisistema.
Las estrategias desesperadas ante un escenario sombrío
En este contexto, el PRO ha optado por medidas que parecen más una reacción desesperada que una estrategia clara. En la Ciudad de Buenos Aires, se barajan ideas como el desdoblamiento electoral y una posible candidatura de Mauricio Macri, señales de un partido que busca recuperar terreno perdido, aunque con pocas probabilidades de éxito.

Mientras tanto, en las provincias, las divisiones internas han llevado a intervenciones partidarias y armados improvisados que profundizan el caos. El partido enfrenta un dilema existencial: aceptar una alianza con LLA, lo que implicaría una rendición simbólica, o intentar reconstruirse como una fuerza independiente en un panorama político donde Milei domina la agenda.
El PRO atraviesa uno de los momentos más críticos de su historia. Sin liderazgo unificado, dividido por tensiones internas y enfrentando un oficialismo que no los necesita, su futuro es incierto. En un contexto donde Milei ha consolidado su hegemonía política y económica, el partido amarillo parece destinado a un lento ocaso.