
En Misiones entendimos, hace tiempo, que lo que no se ve también vale. Que lo que no se toca, también sostiene. Y que la selva, ese corazón verde que late en el norte argentino, no es sólo un paisaje: es una fábrica de oxígeno, un reservorio de vida, un activo ambiental que empezamos a contabilizar con seriedad. Por eso, desde este rincón del país, iniciamos una transformación profunda. Una alquimia moderna.
Los misioneros, alquimia de por medio, logramos transformar el aire en oro. No se trata de una metáfora vacía. Es una afirmación concreta. Nuestra provincia fue pionera en incorporar la contabilidad ambiental al presupuesto. En valorar económicamente lo que hasta entonces era invisible. En entender que la selva misionera —esas 1.500.000 hectáreas que preservamos— no es un lujo: es una contribución silenciosa pero esencial al equilibrio climático global.

Con esa mirada diseñamos el Plan de Respuesta al Cambio Climático, hoy validado oficialmente por la Subsecretaría de Ambiente de la Nación. Este reconocimiento no solo ratifica nuestro compromiso. Nos abre la puerta a nuevos mecanismos de financiamiento internacional. Y nos ubica en un lugar privilegiado de la agenda ambiental nacional.
La convalidación permite que Misiones acceda a mecanismos de financiamiento internacional y desarrolle proyectos para cumplir con los compromisos asumidos en acuerdos internacionales como el Acuerdo de París y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, adheridos por Argentina a través de las leyes 24.295 y 27.270.

En un contexto global donde las consecuencias de la degradación ambiental son cada vez más visibles, Misiones se posiciona como Cantón Verde, como referente ético y estratégico. Mientras otros contabilizan lo que emiten, nosotros registramos lo que absorbemos. Nuestro bono de carbono marca el precio en el mercado mundial. Eso es innovación. Eso es soberanía ambiental.
La alquimia que logramos tiene una lógica clara: los que contaminan deben pagar, los que cuidan deben recibir. Porque el cuidado del ambiente ya no es solo una cuestión de principios. Es también un nuevo paradigma económico. Y en esa transformación, los misioneros marcamos el rumbo.
Hablemos de ambiente. Hablemos de biodiversidad. Hablemos de futuro.