
A veces pienso que la tierra vota antes que nosotros. Que no es la mano en el sobre, ni el cuerpo en la fila, ni la boleta doblada entre las paredes con cartulinas de esas aulas misioneras. A veces pienso que la tierra colorada, esa que se mete en las uñas, y “encarde” las zapatillas y la ropa, es la que decide. Y el 8 de junio decidió.
Porque en Misiones no ganó un partido o un frente. Ganó un rumbo. Una forma de habitar el poder. Ganó una decisión sostenida: la de no suicidarse políticamente como hacen otros pueblos cuando el enojo los puede. Ganó la madurez. Ganó la Renovación.
Con ajuste a nivel nacional, con inflación que parece una picadora de carne, con la tele porteña vomitando desesperanza 24/7, con los matones digitales intentando meter miedo… aún así, los misioneros eligieron con claridad. Y eligieron estabilidad. Esto no es menor.
Porque la Renovación no navega sola. Es oficialismo en la provincia, pero también socio confiable de la Nación cuando los misioneros así lo demandan. No es obsecuencia, es autonomía inteligente. Por eso, cuando en la Rosada vieron los números, brindaron. Porque saben que en el NEA hay una fuerza que entiende el juego, que no patalea en Twitter sino que negocia leyes, que acompaña cuando hay que acompañar, pero que nunca entrega su voz.

¿Y la oposición?
Fragmentada. Confundida. Enojada. A veces hasta inoportuna.
Pero hubo sublemas, hubo liderazgos que lograron brillar un rato. La política, si quiere servir, tiene que dejar de ser ring y pasar a ser taller. Lugar de laburo. De diseño. De futuro. Carlos Rovira lo dijo claro: todos adentro.
Y sí, hay gestos. En la Legislatura provincial se vislumbra lo que en el Congreso nacional no se puede: un ida y vuelta razonable entre Renovación y libertarios. Porque allá se bancó al Presidente en leyes clave. Y acá, todo indicaría, se va a devolver el gesto. Porque gobernar no es imponer, es acordar. Y eso en Misiones, todavía, tiene valor.
Tampoco es menor el modo en que se resolvieron los casos institucionales. Mientras en Nación a Cristina la bajan de un plumazo por voluntad judicial, acá se priorizó la decisión del pueblo. Ramón Amarilla fue votado. Punto. La Justicia investigará lo que tenga que investigar, pero el voto no se anula. No se anula porque no se proscribe. Porque el pueblo no se tapa con fallos. Se escucha.
Y entonces, ¿Qué se eligió el 8 de junio?
No solo bancar a la Renovación. No solo premiar gestión.
Se eligió modelo. Se eligió forma. Se eligió no entrar en la histeria nacional. Porque cuando todo es ruido, el que susurra con claridad es el que guía.
Y la Renovación susurra hace rato. Habla bajito pero claro, camina firme. Construye.
Y por eso sigue siendo el punto de equilibrio. La bisagra que no rechina. La tierra lo sabe. Y cuando la tierra habla, no hay encuesta que la contradiga.