Por Fernando Retamozo
A tres semanas de las elecciones del 8 de junio, el escenario político en Misiones muestra dos caminos cada vez más opuestos. Por un lado, el del Frente Renovador de la Concordia, que avanza con solidez: con estructura, con mística y, sobre todo, con presencia real en el territorio. Es un espacio que sigue caminando, gestionando, escuchando y proponiendo. Por el otro, una oposición desdibujada, sin proyecto colectivo ni vocación de poder real, que parece moverse más por reacción que por convicción. Mientras la Renovación Neo actúa desde la lógica del hacer, la oposición se refugia en el discurso fácil del “no”, del obstáculo, del desgaste. Como decía Hannah Arendt, “la política nace en el espacio entre los hombres”, pero cuando ese espacio se reduce a la mezquindad o el cálculo electoral, la política se empobrece. Y con ella, la democracia.
En esa línea, la negativa de la oposición a acompañar la creación del nuevo municipio de Dos Hermanas es una muestra clara de esa desconexión con la realidad misionera. Lo que debía ser una jornada de alegría institucional, terminó marcada por el egoísmo partidario. El radicalismo, paralizado por sus propias internas, y el macrismo local, obedeciendo estrategias impuestas desde Buenos Aires, eligieron darle la espalda a una comunidad que hace años reclama reconocimiento.
Este episodio dejó al descubierto que no todos entienden la política como una herramienta de transformación. Mientras el Frente Renovador Neo apuesta a construir desde abajo, fortaleciendo el vínculo con las comunidades y apostando a nuevos liderazgos, la oposición parece empeñada en resistir todo, incluso lo que beneficia directamente a la gente. Como señalaba Arendt, el peligro aparece cuando se pierde el sentido del “para quién” se hace política. Y si eso se olvida, no solo fracasa una ley: se rompe el lazo esencial entre representantes y representados. Y cuando ese lazo se corta, lo que sigue no es el cambio, sino el desencanto.
Rovira, conducción y contenido en tiempos de ruido
En tiempos donde abundan los políticos de redes sociales, frases hechas y gestos vacíos, la figura de Carlos Rovira vuelve a marcar una diferencia que no es solo simbólica, sino profundamente política. Esta semana, en la “previa”de una sesión legislativa, encabezó un encuentro que muchos definieron como una verdadera “misa doctrinaria”. No fue solo una charla, ni un acto institucional más: fue una clase de conducción, de formación, de pensamiento político. Rovira, con su estilo ya característico, combinó historia, literatura, reflexión política y sensibilidad social en un mismo espacio. Lo hizo con solvencia, citando a Borges, traduciendo del francés con naturalidad, y recordando que la política no es espectáculo: es pensamiento, servicio y acción concreta.
Ese encuentro, más allá de su contenido, mostró el verdadero secreto de la cohesión dentro del Frente Renovador de la Concordia: hay método, hay proyecto y, sobre todo, hay conducción. La Renovación Neo no es solo una fuerza electoral ganadora: es una escuela de formación política con identidad propia. Y en ese marco, Rovira opera no solo como líder histórico, sino como el gran organizador del pensamiento estratégico del espacio. En contraste, el resto del escenario político aparece desorientado, con liderazgos improvisados o prestados, y sin una visión que trascienda el corto plazo o el impacto viral.
Mientras otros espacios opositores se conforman con agitar slogans de ocasión o importar discursos ajenos, el Misionerismo sigue construyendo desde lo profundo: fortalece cuadros, entrena dirigentes y piensa la política desde Misiones y para Misiones. En una época en que la política parece muchas veces reducida a la reacción inmediata o al cálculo electoral, el ingeniero vuelve a recordarnos que liderar también es enseñar, pensar y construir sentido colectivo. Y que sin ideas claras ni conducción firme, ningún proyecto puede sostenerse en el tiempo.
Ficha Limpia y el humo que no prendió
La polémica por la ley de Ficha Limpia se esfumó tan rápido como surgió. Lo que algunos medios intentaron inflar como un gran debate institucional, terminó siendo otro capítulo de oportunismo político con fecha de vencimiento. Mientras la gente se preocupa por llegar a fin de mes, pagar la luz o sostener un empleo, resulta evidente que una ley electoral impulsada sin consenso ni contexto no está en el centro de las prioridades reales de la sociedad. La maniobra fue clara: nacionalizar una agenda impuesta por Mauricio Macri para sostener a figuras propias como Silvia Lospennato, luego del desgaste de su primo en la gestión porteña. Pero en Misiones, esa jugada encontró un límite.
La Renovación no se dejó arrastrar por la lógica del escándalo ajeno. Con la intervención política precisa de Carlos Rovira, se desactivó una operación pensada en oficinas de CABA que poco entienden la dinámica institucional y social de la provincia. La votación fue ajustada, pero dejó un mensaje firme: Misiones no acepta recetas prefabricadas ni se presta a shows mediáticos importados. La supuesta “cruzada moral” del PRO llegó tarde, mal y sin legitimidad. Porque, como bien quedó en evidencia, si de verdad les importaba Ficha Limpia, hubieran impulsado la ley cuando gobernaban. No ahora, desde el llano, usando la moral como bandera para ocultar su vacío de propuestas.
Lo más importante, sin embargo, no fue la ley que no prosperó, sino lo que el episodio reveló: hay quienes hacen política para la tribuna, y hay quienes gobiernan con la mirada puesta en la realidad. Mientras unos gastan energías en instalar consignas de campaña sin sustento, la Renovación Neo mantiene el foco en lo esencial: cuidar la economía provincial, proteger el empleo, fortalecer la salud y acompañar a los más vulnerables. Esa es la diferencia entre un modelo que gobierna con responsabilidad y otro que apuesta al ruido para tapar su falta de rumbo.