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Written by 9:48 pm Notas de opinión

Hablar con los muertos me salvó la vida

Por Brisa Bujakiewicz

Las primeras hojas eran fábulas, luego llegaron las novelas y hoy los diarios. Siempre supe que la literatura iba a salvarme la vida. Desde que mamá me leía los cuentos en el jardín e incluso en la secundaria, cuando socializar no era lo que mejor se me daba y me quedaba en los recreos leyendo libros que sacaba la tarde previa en la biblioteca de mi pueblo.

Una vez escuché a Cristina Pérez decir que aunque le rompieran el corazón sabía que llegaba a su casa y una frase de William Shakespeare podía salvarle la vida. Eso sentía yo en los 15 minutos tortuosos de recreo en los que no sabía donde refugiarme y un diálogo con Agatha Christie o Mary Higgins Clark calmaba mi mente. Autores muertos que me contaban en detalle lo que imaginaban.

Hay una frase que me gusta mucho de William Shakespeare. En Romeo y Julieta, uno de los clásicos de la literatura inglesa, el autor ideó un diálogo entre Romeo y uno de los criados. Este último le preguntaba: “¿Sabéis leer, caballero?”. A lo que Romeo respondía: “Sí, es una felicidad en medio de mi desgracia”. Shakespeare daba vida a las letras o las letras a él. Aún no lo sé bien.

Julio Verne fue otro de los grandes de la literatura que encontró en las letras la libertad y salvación. Con tan solo once años se escapó de su casa para viajar por el mundo. Su papá lo encontró y lo hizo prometer que jamás se iría lejos de su hogar. No sé si por culpa o una mala pasada del inconsciente, el autor nunca recorrió el mundo. Bah, si lo hizo. Con los libros. Casi todas las obras de Verne hablan de vueltas al mundo y experiencias vividas mentalmente. Una vez charlé con él a través de Veinte mil leguas de viaje submarino. Me contó sus máximos anhelos y sus ganas de viajar. En los libros encontró la posibilidad de hacerlo. La salvación.

Hoy se conmemora el Dia del Lector en memoria del gran Jorge Luis Borges. Creo que el escritor es otra de las personas que sintió el mundo derrumbarse cuando le diagnosticaron septicemia. A partir de ese momento su visión disminuyó. Por preescripción médica le prohibieron leer y escribir. Le cortaron las manos al artista.

Pero cuando el amor por los libros puede más, la forma de acceder a ellos llega de alguna manera. El escritor memorizó sus pensamientos hasta poder dictarlos y pedía que leyeran las obras que quería escuchar. ¿Más amor por la literatura que eso? No existe. Otra salvación ante la desdicha.

Son incontables las veces que un libro salvó la vida de alguien. A Borges, Shakespeare o Verne. La literatura siempre fue el refugio de los corazones rotos, los cuerpos adversos y las almas solitarias.

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