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Written by 10:08 pm Agro y Producción

La aplicación de bioinsumos en el agro se extiende en toda la Argentina

Mientras persiste una búsqueda global por sistemas agrícolas más sustentables, los bioinsumos emergen como protagonistas de una transformación que se acelera en los campos argentinos. La presión por reducir residuos, cuidar los suelos y adaptarse a estándares internacionales pone en valor tecnologías que, aunque no son nuevas, hoy encuentran un escenario más fértil para expandirse.

Desde inoculantes bacterianos hasta bioestimulantes y bioinsecticidas, la paleta de productos se diversifica y gana terreno. Actualmente, entre 18 y 20 millones de hectáreas en Argentina aplican algún tipo de bioinsumo, lo que representa casi la mitad de la superficie agrícola nacional.

Bioinsumos

Federico Elorza, coordinador de gestión sustentable de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (CASAFE), señaló en diálogo con Ámbito que el mercado de bioinsumos “viene expandiéndose entre un 11% y un 15% anual” y que en el último año los bioinsecticidas “crecieron un 110% en facturación”. Agregó que “el 80% del mercado está representado por empresas asociadas a la cámara”, lo cual demuestra que “la tecnología ya forma parte del sistema productivo argentino”.

Según explicó, uno de los grandes desafíos es terminar con ciertos prejuicios: “Hay muchas creencias erróneas que debemos derribar, como pensar que los productos biológicos son menos eficientes o más costosos que los químicos y eso ya no es así”. También apuntó a las oportunidades que todavía no se han explotado: “En Argentina aún no hay bioherbicidas y eso representa un potencial inmenso, porque el 85% del uso de fitosanitarios está destinado a herbicidas. Cuando aparezcan, habrá un salto explosivo”.

El mercado brasileño da el ejemplo 

Pero más allá de las cifras, el fenómeno se despliega en un escenario complejo. La adopción de tecnologías biológicas aún convive con obstáculos que limitan su masificación. Entre ellos, se destacan las dificultades económicas estructurales del país, que condicionan la capacidad de inversión en innovación. Los productores priorizan resolver urgencias vinculadas a la logística, la presión fiscal o la falta de financiamiento antes de introducir nuevas tecnologías.

Este cuello de botella contrasta con lo que sucede en países vecinos como Brasil, donde el mercado de biológicos ya factura 1.800 millones de dólares al año. Allí, la relación entre productos químicos y biológicos es de 7 a 1. En Argentina, esa brecha supera el 25 a 1.

Bioinsumos

La comparación también revela un modelo productivo distinto. En el agro brasileño, es habitual la integración de tecnologías biológicas desde el inicio del ciclo del cultivo. Se aplican bioestimulantes en el surco, se combinan fungicidas químicos con biológicos y se exploran soluciones específicas para mejorar la sanidad y la nutrición vegetal. En el caso argentino, si bien se avanza en esa dirección, la curva de adopción es más lenta y condicionada por el contexto.

Pese a todo, algunos ejemplos muestran que el camino es posible. Eduardo Pérez, director comercial de Biotrop, señaló en diálogo con Ámbito que la evolución del mercado de bioinsumos no se detuvo ni siquiera en un año complejo. “Mientras los productos químicos cayeron un 31% en facturación, los biológicos crecieron un 17%”, detalló. 

Uno de los ejemplos más representativos fue el caso del maíz: “Aplicamos un bioinsecticida para chicharrita en más de 100.000 hectáreas con resultados espectaculares, al nivel de los químicos, pero sin residuos ni impacto ambiental”.

El valor agregado de los bioinsumos 

Pérez enfatizó que “el productor está dispuesto a adoptar nuevas soluciones si ve resultados concretos”, y remarcó que el gran desafío pasa por facilitar la inversión tecnológica. Comparando con Brasil, indicó que “allí el productor aplica tres biológicos por cultivo, incluso los combina con químicos para evitar resistencias. Acá todavía falta inversión, en parte por políticas como las retenciones que desincentivaron durante años la incorporación de tecnología”.

Finalmente, apuntó hacia la demanda internacional como motor de crecimiento: “En Brasil, los productores de tomate ya reciben un 10% más por no usar químicos. Ese diferencial también va a llegar a la Argentina y va a impulsar aún más el mercado”. Casos como este empujan una nueva narrativa que deja atrás los prejuicios sobre la supuesta menor eficacia de los biológicos.

Reacción en la cadena productiva

La transformación no solo afecta al lote. También redefine el rol de los distribuidores, que deben reconvertirse en asesores con una lógica más consultiva. Ignacio Moyano, consultor y vicepresidente para LATAM de Dunham Trimmer, afirmó que el desarrollo del canal comercial también atraviesa una transformación.

En diálogo con Ámbito destacó que “la venta será cada vez más técnica y consultiva. El distribuidor tendrá que acompañar al productor en el uso de tecnologías biológicas”. Además, subrayó que el segmento crece a un ritmo del 12% al 13% anual y destacó la actitud innovadora del productor argentino ya que “a pesar de lo difícil que fue el último año, el segmento de biofertilizantes creció. Eso habla de una voluntad de seguir apostando a nuevas tecnologías, incluso en condiciones adversas”.

Bioinsumos

Moyano también remarcó que la Argentina tiene el mismo potencial que Brasil, pero que para desarrollarlo se requiere una mayor estabilidad macroeconómica. “Necesitamos políticas que premien a quienes invierten en tecnologías más limpias. Si se dan las condiciones, este mercado puede explotar”.

Es que, según Moyano, “el productor agropecuario de hoy no solo busca rendimiento: quiere eficiencia, rentabilidad y sustentabilidad. Y en ese nuevo paradigma, los productos biológicos dejaron de ser una promesa lejana para convertirse en aliados clave”. En su visión, América Latina vive un cambio cultural: “Más hectáreas tratadas, marcos regulatorios más ágiles y una convicción creciente de que la salud del suelo y del negocio pueden ir de la mano”. 

El auge de los bioinsumos ante los químicos 

Entre las campañas 2023/24 y 2024/25, los costos por aplicación de biológicos en Brasil bajaron entre un 12% y un 23%, y se estima que el mercado brasileño alcanzará los R$ 5,62 mil millones. En Argentina, el desafío no solo es tecnológico, sino logístico: “El productor decide en el momento. Y si no tenés el producto en el lugar y la hora justa, perdiste la oportunidad”.

El crecimiento de los bioinsumos se mantiene incluso en contextos adversos. En el último año, mientras la facturación de insumos químicos cayó más de 30%, los productos biológicos crecieron un 17% en Argentina. En volumen aplicado, el incremento fue de entre 12% y 13%. Esta dinámica revela que, aun en ciclos negativos, el productor argentino busca innovar, prueba tecnologías nuevas y se abre a otras soluciones.

El auge de los bioinsumos no es una tendencia aislada ni una moda de corto plazo. Es parte de una transformación más amplia que interpela al modelo productivo y exige políticas públicas, inversión en investigación y articulación público-privada. Si el entorno acompaña, Argentina tiene potencial para duplicar su superficie con biológicos en pocos años y acercarse al estándar regional.

La revolución ya comenzó. Y aunque suene en voz baja, cada vez ocupa más espacio en los lotes, en las decisiones comerciales y en las estrategias de exportación. El campo argentino está escribiendo un nuevo capítulo. Y los bioinsumos, esta vez, no se quedarán al margen.

Rosario se prepara para debatir el futuro de los bioinsumos

Esa transformación encontrará un espacio clave de discusión el próximo 12 de junio, cuando Rosario se convierta en el epicentro del debate sobre insumos biológicos en la Argentina. El congreso organizado por CASAFE convocará a técnicos, asesores, empresas y productores para compartir experiencias, analizar casos de adopción y evaluar los desafíos que plantea el crecimiento del mercado.

Hoy, los bioinsumos representan apenas una fracción del volumen de insumos aplicados en el país, pero ya están presentes en casi la mitad de la superficie cultivada. Esa paradoja habla de un mercado en expansión que aún no alcanza su techo. El potencial está: los productores buscan soluciones más sostenibles, los consumidores reclaman alimentos sin residuos y los mercados internacionales ofrecen cada vez más incentivos.

El agro argentino tiene la capacidad, el conocimiento y la tecnología para liderar este proceso. Pero para que ese liderazgo se concrete, será clave consolidar un entorno que promueva la inversión, la capacitación y la articulación entre todos los actores de la cadena. Rosario puede ser el punto de partida para dar ese salto.

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