Estados Unidos atacó tres de los principales centros nucleares de Irán con la GBU-57/B, una bomba de gran precisión diseñada para perforar búnkeres subterráneos. El operativo, confirmado por el expresidente Donald Trump, impactó en las instalaciones de Fordow, Natanz e Isfahan. Estas locaciones albergan componentes estratégicos del programa atómico iraní y poseen sistemas de defensa construidos para resistir ataques convencionales.
La GBU-57/B, conocida como Massive Ordnance Penetrator (MOP), se diseñó específicamente para alcanzar blancos protegidos por decenas de metros de concreto y roca. Con un peso de 13.600 kilos y lanzada desde bombarderos B-2 Spirit, esta bomba representa un salto tecnológico en armamento convencional de penetración profunda. Fordow, excavada bajo una montaña cerca de Qom, fue uno de los blancos más desafiantes para las fuerzas estadounidenses.

Trump afirmó que el operativo alcanzó su objetivo. “Se ha lanzado una carga completa de bombas sobre la instalación principal, Fordow. Todas las instalaciones nucleares atacadas han sido destruidas”, aseguró. La Casa Blanca justificó el ataque por el riesgo inminente que representaba el avance del programa nuclear iraní.
Cómo afectó la bomba de precisión de Estados Unidos
La planta de Fordow concentra el mayor nivel de blindaje entre las instalaciones nucleares iraníes. Hasta ahora, ningún ataque aéreo había logrado un impacto significativo. La intervención de la MOP podría alterar ese escenario y generar un retroceso de años en el desarrollo nuclear de Irán. En el caso de Natanz, una parte importante de su estructura está enterrada, pero ya había sufrido daños previos. Isfahan, en tanto, opera como planta de conversión y cumple un rol clave en el proceso de enriquecimiento.
El Ministerio de Asuntos Exteriores iraní condenó el ataque. Un vocero declaró que se trató de “un infierno para toda la región”. Teherán activó defensas aéreas sobre Qom y advirtió sobre posibles represalias. Washington, en tanto, destacó que todos los aviones involucrados regresaron sin daños, lo que refuerza la eficacia operativa de la GBU-57/B y la plataforma B-2.
El uso de esta bomba no ocurre en el vacío. Estados Unidos la desarrolló ante la necesidad de contrarrestar instalaciones nucleares subterráneas en Irán y Corea del Norte. Según informes del Organismo Internacional de Energía Atómica, Fordow contenía uranio enriquecido al 80%, un nivel crítico para la fabricación de armas. Esa información aceleró los planes de intervención.
La MOP no utiliza explosivos nucleares. Su poder de penetración y precisión radica en un fuselaje alargado, guiado por sistemas que le permiten impactar con efectividad sin provocar daños colaterales masivos. Su despliegue depende exclusivamente de la flota de bombarderos furtivos B-2, cuya cantidad es limitada y cuya logística requiere acceso aéreo seguro y reabastecimiento en vuelo.

Las consecuencias del ataque
El ataque estadounidense no solo afectó instalaciones iraníes. También marcó un giro estratégico que puede escalar tensiones en la región. Mientras Irán evalúa represalias, Israel celebró el golpe a su principal adversario regional. A su vez, otros países observan con atención el precedente que deja el uso de armamento de este tipo.
Esta acción también pone en evidencia el monopolio que mantiene Estados Unidos sobre este tipo de capacidades militares. Ningún otro país ha desarrollado una bomba con el nivel de precisión y profundidad de la MOP, ni cuenta con una plataforma como el B-2. Este dominio tecnológico plantea un nuevo equilibrio de fuerzas, sobre todo frente a rivales que invierten en defensa subterránea como estrategia disuasiva.
En el plano geopolítico, la ofensiva estadounidense podría desatar una carrera armamentista para mejorar búnkeres o replicar tecnologías similares. Los analistas advierten que el ataque, aunque exitoso desde el punto de vista técnico, reaviva el debate sobre la legitimidad del uso preventivo de armamento letal sobre objetivos estratégicos en tiempo de paz.
El desenlace del conflicto dependerá en parte de la reacción iraní. Si Teherán responde militarmente, se abrirá un nuevo frente de conflicto en una región ya inestable. Si opta por reconstruir y fortalecer sus estructuras, la GBU-57/B se convertirá en un símbolo de vulnerabilidad estratégica ante la tecnología estadounidense.
En definitiva, el ataque a Fordow, Natanz e Isfahan reinstaló la discusión sobre los límites del poder aéreo, la proliferación nuclear y el futuro de la disuasión global. Estados Unidos demostró que posee la herramienta para perforar hasta el último refugio. La pregunta ahora es cuánto tiempo pasará antes de que alguien más intente desarrollar su propia versión.