Por Emilia Guevara
El éxodo radical continúa creciendo, desde las internas interminables del centenario partido hasta sus crisis de liderazgo, cada vez más dirigentes deciden que es momento de tomar otro rumbo porque no encuentran respuestas para sus vecinos. Localizan en otros espacios la vocación de poder que no hallan en las filas del partido de Alem y se abren el camino a contracorriente de lo que se ha inculcado desde el moralismo y el discurso.
Es así, ese moralismo provoca una soberbia desmedida, tal es el caso de Luis Pastori padre, que su altanería no permite ver el salto evolutivo de su hijo, el también contador y exdirigente José Luís que semanas atrás, cansado de la falta de representatividad de los “peludos”, rechazó al pensamiento del padre para hacer política en la Renovación como “el rumbo correcto que hay que seguir”.
Luego de que su padre fuera vocero de la Unión Cívica Radical provincial, difundiendo la doctrina equivocada, José Luís rompió y corrigió el camino familiar. Recordemos que, en el 2020, Pastori padre se abstuvo de votar el dictamen de presupuesto 2021 que preveía el Área Aduanera Especial y otros beneficios. El proyecto que fue desaprobado con el voto negativo de su sucesor, Martín Arjol, dejando a la provincia sin representación radical en el Congreso de la Nación.
El radicalismo misionero está cada vez más alejado de la realidad de la provincia. Se concentra en quién va a encabezar las listas y no se preocupa por trabajar una plataforma inteligente que responda a los intereses del misionero. José Luís se lleva sus principios a otro espacio porque, a diferencia de su padre, busca la coherencia entre el decir y el hacer. Ya lo decía Leandro Nicéforo, “Para vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir. ¡Sí, que se rompa, pero que no se doble!”.
