Por Alicia Penayo*
Jueves por la tarde en la Sala de las Dos Constituciones de la Cámara de Representantes de la Provincia. Representantes, candidatos, empresarios jóvenes de distintos rincones de Misiones nos congregamos —alrededor de 300— para compartir “la previa”, ese encuentro que antecede a la sesión ordinaria de la Legislatura, nuestra “misa” para ponerlo en términos libertarios.
Ese día el conductor del espacio, el ingeniero Carlos Rovira, toma como punto de partida una imagen proyectada en las pantallas: la portada del ensayo “Jacques le Fataliste en ‘El Congreso’”, de la ensayista Alma Bolón. El texto analiza el epígrafe que abre el cuento El Congreso de Jorge Luis Borges, una cita extraída de la novela Jacques le Fataliste et son maître, de Diderot:
“Ils s’acheminèrent vers un château immense, au frontispice duquel on lisait: Je n’appartiens à personne et j’appartiens à tout le monde. Vous y étiez avant que d’y entrer, et vous y serez encore quand vous en sortirez.”
(Se encaminaron hacia un castillo inmenso, en cuyo frontispicio se leía: “No pertenezco a nadie y pertenezco a todos. Ya estabas antes de entrar, y seguirás estando cuando salgas.”)
Ese castillo —metáfora de lo absoluto— se vuelve el símbolo de lo que Borges, a su modo, también intentó captar en El Congreso y en El Aleph: la imposibilidad de representar el todo, pero también el impulso irrenunciable de intentarlo.
Desde allí, el ingeniero despliega una reflexión cargada de historia, filosofía, literatura y política. Nos interpela no sólo como participantes de un espacio institucional, sino como jóvenes que construyen un proyecto de provincia desde el pensamiento. La premisa es clara: el conocimiento es nuestra verdadera herramienta de libertad, y se encuentra en los libros que han intentado responder las grandes preguntas de la humanidad, también en las ficciones que nos enfrentan a los límites del lenguaje y del poder.
Se dirige, claro, a un número muy importante de jóvenes que lo escuchamos con atención, algunos por primera vez, muchos sin comprender aún, como sucedía en El congreso, “que […] parecía querer que los congresales fueran descubriendo sin prisa el fin que buscaba”.
La mirada sofisticada de Bolón sobre el entramado de referencias que Borges construye en El Congreso, muestra cómo el cuento es, al mismo tiempo, una sátira del ideal representativo, una meditación sobre los límites del lenguaje, y un homenaje a la literatura digresiva de Diderot. Nos ayuda a ver que Borges no busca resolver estas tensiones, sino narrarlas, pensarlas, exponer su belleza y su dificultad. Y así mismo el ingeniero nos invita a tomar ese pensamiento como guía: sabemos que no podremos representar la totalidad, pero sí podemos crear el espacio donde todos se sientan parte de ella. No necesitamos un Congreso perfecto ni un Aleph absoluto. Lo que construimos es una comunidad política en movimiento, donde la inclusión se vuelve forma concreta del pensamiento.
El ingeniero nos acerca a ver claramente la obsesión de Borges sobre la totalidad, la dificultad de la representación y sus imposibles. En muchas de sus obras, como El libro de arena, El Aleph, y en múltiples referencias a autores como Diderot, trata la imposibilidad de abarcar el todo, ya sea este el universo o la totalidad de la experiencia humana, “un pájaro que es todos los pájaros, un sol que es todas las estrellas y el sol”. Ya sea en El Congreso del Mundo que buscaba representar a todos los hombres mediante un congreso universal, un punto espacial absoluto —el Aleph—, o el proyecto ilustrado de la Enciclopedia de Diderot, donde la imposibilidad de representar totalidades humanas sin caer en lo absurdo refleja el fracaso del ideal enciclopedista, el deseo de abarcar la totalidad se revela con sus límites e imposibles, y se convierte en paradoja.
El congreso está destinado al fracaso, ya que la representación excede siempre lo representado, Borges demuestra que toda totalidad representada es ya una ficción.
Y la pregunta es ¿cómo representar lo irrepresentable? El Congreso intenta contener la diversidad del mundo (lo plural), mientras que el Aleph condensa todo en un solo punto (lo absoluto). En ambos casos la totalidad se vuelve incomunicable, inalcanzable, incluso peligrosa.
El ingeniero nos empuja a pensar que el todo no puede contarse sin contradicción, pero al mismo tiempo nos motiva a la aventura de contarlo, que es lo más humano que existe.
Si bien El Congreso está destinado a fracasar y el Aleph abruma y enmudece, la cita de Diderot resuena con fuerza: “ya estabas antes de entrar, y seguirás cuando salgas”, y nos interpela como generación: no somos ajenos al proceso histórico ni meros espectadores, ya habitamos y habitaremos este territorio en transformación, en constante evolución. Seguiremos en él cuando otros ingresen. Así se traza la continuidad de un proyecto colectivo: no por imposición, sino por convicción compartida.
Quizás no haya mejor manera de expresar esta experiencia que con las propias palabras de Borges en el cierre de El Congreso:
“Importa haber sentido que nuestro plan, del cual más de una vez nos burlamos, existía realmente y secretamente y era el universo y nosotros. Sin mayor esperanza, he buscado a lo largo de los años el sabor de esa noche; alguna vez creí recuperarla en la música, en el amor, en la incierta memoria, pero no ha vuelto, salvo una sola madrugada, en un sueño.”
Ese “plan” es también el nuestro: no como diseño cerrado, sino como apertura a lo nuevo. Nuestro congreso no fracasa porque no represente todo, sino porque se sabe inacabado, inagotable, como la provincia que queremos construir. Allí radica nuestra fuerza: una aventura que también parte del anhelo por captar la totalidad: en la voluntad de construir un todo que nunca esté completo, pero que siempre se mantenga abierto donde todas las voces tengan lugar, sin quedar reducidas ni anuladas, a cada historia, a cada futuro que aún no conocemos, donde este Congreso encarne la voz de un pueblo verdaderamente soberano, que elige su destino con libertad, y cuyo mandato honramos con responsabilidad y entrega. Porque, aunque la representación perfecta sea una utopía, abrazamos con convicción el desafío de intentarla, sabiendo que en esa búsqueda se juega nuestra dignidad política y nuestro sentido de comunidad.
Este espacio no busca un Congreso perfecto ni un Aleph absoluto, sino una comunidad viva, donde el estar ya es hacer.
*Presidenta de Silicon Misiones. Es Máster en Business Intelligence y licenciada en administración de empresas.