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Written by 1:07 pm Salud, Sociedad

Cuando la ira se convierte en un trastorno

La psicóloga Marlene Schünke brindó una entrevista exclusiva a Canal 12. Compartió detalles sobre el cuadro, síntomas, diagnóstico, prevención, consecuencias y ejercicios.

Cuando la ira se convierte en un problema de salud, pasa a ser un trastorno explosivo intermitente. Así lo aseguró la psicóloga Marlene Schünke en diálogo con Canal12misiones.com y dio detalles sobre el cuadro, síntomas, diagnóstico, prevención, consecuencias y ejercicios para su tratamiento.

Marlene Schünke, psicóloga.

-¿Qué es el trastorno explosivo intermitente?

Se presenta como un síndrome clínicamente caracterizado por arrebatos recurrentes del comportamiento, que se manifiestan como una falta de control de los impulsos agresivos y que se exterioriza por medio de agresión verbal o física. Tiene un inicio rápido y una duración aproximada de 30 minutos; frecuentemente como respuesta a una pequeña provocación de una persona cercana.

Como agresión verbal aparecen discusiones, disputas verbales, berrinches, injurias, ofensas y agresión física contra la propiedad, animales u otras personas. Comúnmente no suele provocar daños ni destrucción. En casos poco frecuentes aparecen arrebatos agresivos impulsivos que se caracterizan por dañar o destruir objetos de valor, o por agredir, golpear u otras acciones que causan daño físico a una persona o animal.

¿Cómo diferenciamos a este transtorno?

La característica principal del trastorno explosivo intermitente es la falta de control del comportamiento agresivo impulsivo ante una provocación experimentada subjetivamente. Están generalmente basados en la ira. No persiguen ningún objetivo visible y se asocian mucho con malestar y deterioro en el funcionamiento psicosocial, por ejemplo, deterioro en el rendimiento laboral, académico, relaciones interpersonales y en algunos casos por consecuencias económicas o legales.

-¿Es la ira buena o mala?

En términos generales es una vivencia displacentera, es decir que produce malestar o sufrimiento. Esto puede traer consecuencias para la salud física y mental, como también deteriorar relaciones interpersonales, laborales, sociales, matrimoniales, y ocasionar problemas económicos, legales y penales

Podría ser positiva en aquellos casos en que un nivel o intensidad apropiada puede impulsar a la persona a tomar decisiones o acciones, como señal de alarma ante una situación amenazante como mecanismo de resolución de conflictos. Consecutivamente es muy importante un procesamiento y elaboración del pensamiento al respecto. En este caso es importante contemplar el grado, la intensidad, la reacción, racionalización y reflexión posterior.

-¿Existe alguna manera de medir la ira? ¿Cuál? 

Si. Existen test psicométricos como el Inventario Multicultural de la Expresión de la Ira y Hostilidad que evalúa la disposición a experimentar sentimientos de ira. Las técnicas proyectivas, si bien no miden, muestran indicadores de impulsividad y agresividad.

¿A qué edad es posible hacer un diagnóstico? 

El diagnóstico se puede realizar a partir de los seis años. Se da con más frecuencia en la infancia tardía o adolescencia, y es raro que aparezca por primera vez después de los 40 años. Es muy importante hacer el diagnóstico diferencial con otras patologías en las que aparece la desregulación emocional, pérdida del control de los impulsos, reacciones violentas y sobre todo el consumo de sustancias.

-Los adolescentes suelen enojarse con facilidad y es propio de su edad… ¿Cuándo tendríamos que ponernos en alerta?

Hay que tener en cuenta la intensidad de la reacción, si tiene relación o es desmedida respecto al estímulo o factor estresante que la pueda producir. También si hay toma de consciencia, o si existe posibilidad de reflexión y racionalización posterior. Además, también se debe tener en cuenta la frecuencia de aparición de estos episodios y si están acompañados de otras conductas o cambios relacionados con las emociones, relaciones y rutinas que muestran un marcado cambio en la vida de ese adolescente.

-¿Biológicamente qué pasa en el cerebro ante dicho trastorno?

Existen estudios neurobiológicos que lo relacionan a la presencia de anormalidades en la serotonina, que es un neurotransmisor que determina fundamentalmente el estado de ánimo y el control de las emociones. Y a nivel cerebral, alteraciones en área de la corteza orbitofrontal y el sistema límbico.

-¿Es necesario medicarse en caso de que te diagnostiquen dicho trastorno?

Entrevista a Marlene Schünke.

Las estrategias de tratamiento son singulares ya que cada persona, historia, necesidades y contexto es diferente. Pero en general, es recomendable un tratamiento interdisciplinario tanto psicológico como farmacológico, que mejore rápidamente los síntomas y también prevenga el deterioro psicosocial y las consecuencias en la conducta agresiva que este trastorno trae aparejado.

La terapia psicológica trabaja en estos casos con estrategias de afrontamiento y apoyo. Es importante profundizar en el autocontrol, identificación de estímulos y situaciones potencialmente desencadenantes de los episodios, desarrollo de habilidades de afrontamiento y el trabajo con la familia.

-¿Cuáles son los síntomas o signos que debemos tener en cuenta como diagnóstico?

La presencia de arrebatos recurrentes que manifiestan falta de control sobre impulsos agresivos. En promedio dos veces por semana durante un período de tres meses, o al menos tres episodios en el año que provoquen daños o destrucción de la propiedad, o agresión física con lesiones a animales o personas

También sirven como diagnóstico la desproporción de la reacción con respecto a la provocación o cualquier factor estresante desencadenante, la falta de objetivo o propósito de la conducta y la imposibilidad de reflexión o toma de consciencia de lo sucedido.

-¿Hay ejercicios conductuales recomendables? ¿El ejercicio físico puede influir?

Las terapias cognitivo-conductuales trabajan estos aspectos y han demostrado buena eficacia en el tratamiento de estas patologías.

Respecto a la actividad física, en la niñez y la adolescencia es una de las etapas donde es un elemento de gran importancia para alcanzar un adecuado desarrollo físico, mantener una buena salud y un bienestar integral psicosocial. Hay estudios que correlacionan la actividad física con una disminución de la ira y la agresividad, mediada por el tipo, intensidad y frecuencia del ejercicio. Hay otras posturas que suponen que no existe relación estadísticamente significativa como para establecer esta correlación.

-¿Las personas que nacen en ambientes violentos son más propensas a este trastorno?

Está descripto como un factor de riesgo ambiental. Las personas con antecedentes de violencia emocional y físico durante las dos primeras décadas de vida, tienen un mayor riesgo de presentar el trastorno explosivo intermitente.

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