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Taráchine, las mujeres de Fukushima que controlan la radiación en los alimentos

Cuatro veces al año recolectan muestras de peces de las aguas que rodean la planta. Taráchine deriva del término “madre” en japonés antiguo. Los lugareños crearon el laboratorio para averiguar qué era seguro para alimentar a sus hijos

Con una bata blanca y guantes, Ai Kimura corta una muestra de pez en el laboratorio Taráchine, aproximadamente a una hora en auto de la planta de energía nuclear Fukushima Daiichi, ahora paralizada, en la costa este de Japón. Cuatro veces al año, Kimura y su equipo recolectan muestras de peces de las aguas que rodean la planta. Esta actividad se repite desde que se fundó el laboratorio en 2011, solo unos meses después de que un devastador tsunami inundara los reactores y provocara una fuga de radiación.

Pero Kimura no es científica y tampoco lo son las mujeres que dirigen este laboratorio sin fines de lucro, cuyo nombre Taráchine se deriva del término “madre” en japonés antiguo. Conmocionados después del tsunami, Kimura explicó que los lugareños crearon el laboratorio para averiguar qué era seguro para alimentar a sus hijos, porque era difícil obtener información sobre los riesgos de la radiación. Entonces, pidieron a expertos técnicos que los capacitaran sobre cómo realizar pruebas para detectar sustancias radiactivas y registrar las lecturas. Así, recaudaron fondos y comenzaron a aprender.

Respuesta colectiva

Fue la decisión de una comunidad destrozada que nunca pensó que un accidente en la planta de energía nuclear fuera posible. Ahora, 12 años después, nuevamente se encuentran luchando para confiar en el gobierno japonés, ya que insiste en que es seguro liberar agua radiactiva tratada de la planta en el océano Pacífico.

A principios de este mes, Japón recibió luz verde para comenzar a bombear más de un millón de toneladas, aproximadamente el mismo volumen que 500 piscinas olímpicas, del agua tratada que se usó para enfriar los reactores derretidos. El regulador nuclear de Japón dio luz verde a Tokyo Electric Power Company Holdings (Tepco), que gestiona la planta.

Impacto radiológico

El jefe del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, dijo que la revisión de dos años del organismo de control encontró que el plan cumple con los estándares internacionales. Además, indicó que el agua tratada tendrá “un impacto radiológico insignificante en las personas y el medio ambiente”. Por su parte, Corea del Sur entregó una evaluación similar, a pesar de mantener la prohibición de importación de algunos alimentos japoneses. China y Hong Kong anunciaron prohibiciones similares. En cambio, los residentes de Fukushima no están convencidos.

Voluntarios de Taráchine recogen muestras del mar alrededor de la planta de Fukushima. Foto: BBC.

Sospechas e incertidumbre

Todavía no sabemos hasta qué punto se ha tratado el agua contaminada. Por eso nos oponemos a la liberación”, dice Kimura, y agrega que muchas familias locales están preocupadas por la descarga del agua tratada. Tepco filtró el agua para eliminar más de 60 sustancias radiactivas, pero el agua no estará completamente libre de radiación.

El liquido vital tendrá tritio y carbono-14, isótopos radiactivos de hidrógeno y carbono que no se pueden eliminar fácilmente del agua. Pero los expertos dicen que no son un peligro a menos que se consuman en grandes cantidades porque emiten niveles muy bajos de radiación.

Por eso también, antes de liberar el agua filtrada, pasará por otra fase de tratamiento donde se diluye con agua de mar para reducir las concentraciones de las sustancias restantes. El gobierno de Japón ha dicho que al final del proceso de filtración y prueba, el agua tratada no será diferente del agua liberada por las plantas nucleares de todo el mundo.

“El enemigo invisible”

La decisión de liberar estas aguas se enfrenta al miedo en Fukushima, donde el recuerdo del “enemigo invisible” -como muchos pobladores llaman a la radiación- es constante. Después del desastre, el gobierno declaró un área de exclusión de 30 kilómetros alrededor de la planta y evacuó a más de 150.000 personas. Aunque muchas cosas han cambiado, barrios enteros siguen vacíos y la vegetación cubre los techos y las ventanas de casas abandonadas hace mucho tiempo.

Incluso el laboratorio Taráchine es una prueba de cuánto teme la comunidad al “enemigo invisible”, a pesar de las garantías para que no regrese. Las mujeres recolectan muestras, pero también analizan el material que les envía la población local. “Algunas familias nos trajeron bellotas”, afirmó Kimura. En Japón, es tradición realizar trompos a partir de bellotas con palillos de dientes. “Al gobierno no se le ocurriría revisar eso. Algunas madres nos pidieron que midiéramos los niveles de radiación en su parque local“, aseguró.

Ai Kimura estudia muestras de radiación en el laboratorio Taráchine. Foto: BBC.

Reducción de la contaminación

“Hemos podido confirmar que las sustancias radiactivas han disminuido gradualmente en los alimentos que medimos. Si liberan el agua, en última instancia estará deshaciendo el poder de la naturaleza que la trajo a este nivel”. Kimura ve el polémico plan como un gran paso hacia atrás. Dice que todavía hay “heridas emocionales persistentes” del desastre de 2011 y esta decisión las está reabriendo.

El plan, en proceso desde hace dos años, es un paso necesario en la larga y costosa limpieza, afirman los expertos. Para que la planta se desmantele, se deben eliminar los desechos radiactivos dentro de los reactores fundidos. Y para hacerlo, primero deben descargar el agua que se ha utilizado para enfriar los reactores desde que el tsunami paralizó la planta en 2011.

El agua radiactiva tratada se almacena en más de 1.000 tanques. Foto: BBC.

El largo brazo del temor

Ahora el miedo, y la falta de confianza, están resultando difíciles de quitárselos de encima. Peor aún, también está afectando el sustento. Los pescadores dicen que descargar el agua tratada empañará la imagen de sus productos, lo que hará bajar los precios y reducirá los negocios que ya están en apuros. Dicen que la industria aquí nunca se recuperó por completo desde el desastre y todavía depende de los subsidios del gobierno.

Dentro de la planta nuclear, el funcionario de Tepco, Kazuo Yamánaka, señaló dos peceras: una donde los peces planos nadan en agua de mar regular y otra donde están en agua con los mismos niveles de radiación que la que se bombeará al océano. Él afirma que los peces son monitoreados de cerca y que hay un aumento en los niveles de tritio dentro de ellos al principio, pero luego se estabiliza y los peces lo eliminan de su sistema una vez que regresan al agua de mar estándar.

“Soy un experto en radiación, así que sé que el tritio tiene muy poco efecto en el cuerpo humano y los organismos vivos“, dijo. “A todos nos preocupa lo mismo, la radiación, y por eso estamos tan ansiosos. Espero que estos datos e imágenes ayuden a tranquilizar un poco a la gente”, comentó.

Toru Takáhashi (izquierda) dice que el miedo ya perjudicó el negocio. Foto: BBC.

Para él, esto es personal. Renunciar al negocio familiar no es una opción, afirma mientras supervisa al personal del puerto que descarga baldes de pescado para lavarlo y prepararlo para el mercado.

Dice que es una fracción del negocio que tenían antes del desastre de 2011: “Todavía estamos en 300 millones de yenes [al año, unos US$2,2 millones], incluidos todos los barcos pequeños. Antes, hacíamos alrededor de 700 millones de yenes [US$5 millones]”.

Teme que empeore una vez que se libere el agua, dadas las prohibiciones de importación ya anunciadas por China y Corea del Sur. Cuando se le preguntó si la ciencia probada es suficiente para superar estas preocupaciones, Yamánaka admitió que no pueden controlar la reputación, no importa qué tanto la decoren, y agregó: “Creemos que nuestros esfuerzos algún día enterrarán estas discusiones“.

Fuente: BBC Mundo.

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