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El turno de mirar un reality

(*) Por Mario Pernigotti

“Dejo todo y miro la gala de expulsión esta noche”, dijeron muchos habitantes de la Argentina y se sentaron frente a la tele un domingo a la noche.
Dos de los personajes más emblemáticos del reality argentino eran convocados a la expulsión. La gente votaba y decidía quién se iba.
Gran Hermano (GH) -de origen holandés surgido hace más de 20 años en Holanda con el típico nombre en inglés Big Brother- es un programa tipo reality y todos más o menos saben de qué va la cosa: gente encerrada en una gran casa con micrófonos y cámara por todos lados que los captan hasta en sus momentos más íntimos.
El nombre no es casual: en su novela “1984”, el británico George Orwell pronosticó (en 1949) qué pasaría con el futuro y los países. Habría un gobierno único con una especie de central de información que iba a tener un Gran Hermano que controlaría los movimientos y la vida de la gente. Todo esto iba a estar ocurriendo según su profecía distópica en el año que hacía referencia el título de la obra. Tan así no fue, pero sirvió para que la tele use el nombre.
Y, claro, todos saben más de qué trata lo actual.
En el programa, durante unos tres meses, un grupo de personas (en este caso, 18) conviven en una casa, totalmente aisladas y con cámaras que vigilan las 24 horas. Aparte de hacer casi nada, cada jugador esgrime sus estrategias para ir sobreviviendo a las purgas. Así, para cada concursante el objetivo del programa consiste en ir superando una serie de expulsiones resultantes de los votos expresados periódicamente por la audiencia. De este modo, a medida que van siendo expulsados uno a uno, al final sólo queda un ganador o ganadora.
¡Dicen que verlos dormir tuvo rating! O sea: que hubo gente que se sentó frente a la pantalla para ver como esos “valientes” (así los trataba Solita Silveyra en una de las tantas emisiones que hubo de GH en años anteriores) se ponía a dormir.
Tengo una teoría muy difícil de probar pero con bastantes certezas.
Aquí juega “el efecto Telefé”. Desde hace años, el canal de las pelotitas es líder en la Argentina. Tiene un halo de invulnerabilidad. Y así muchas veces, queda sobreponderado en las mediciones de rating. Mi apuesta es: si GH se emitiera por algún otro canal (TVP, América o Nueve) estoy seguro que su audiencia sería mucho más baja.
De hecho el formato no es desdeñable. Al Trece -que no pudo comprar ese programa- se le ocurrió hacer un sucedáneo: El hotel de los famosos. El problema es que ahora tienen una denuncia por abuso dentro del hotel.
Pero si de reality hablan… quiero destacar otro.
En realidad tienen algunos elementos comunes y otros muy diferentes.
El origen es del canal Discovery. Se llama Supervivencia al desnudo. En España le pusieron un muy atractivo: “Aventura en pelotas”.
¿Cuál es la idea? Vivir catorce o 21 días en algún lugar deshabitado, totalmente desnudos y lidiando con los animales del lugar, la calidad del agua, el clima hostil, la propia desnudez (sufren mucho donde hace frío) y la severa imposibilidad de conseguir alimentos.
Cada participante lleva un collar que esconde su micrófono. Así todos los diálogos son audibles. Los camarógrafos y sonidistas están en el lugar pero no pueden intervenir salvo una emergencia. De noche, quedan solos-solos. Y suelen usar sus cámaras Go-Pro para filmarse en la oscuridad. Los momentos más dramáticos son las ocasiones en que los animales salvajes se acercan: desde elefantes hasta leopardos pasando por los caimanes y los lobos. Todos se acercan a esa “carne fresca”. Ellos -débiles- solo tienen sólo una defensa que es el fuego.
Igualmente, los participantes tienen conexión directa con la producción del programa: esa gente está relativamente cerca, con equipamientos, medicinas y eventualmente, aviones para una evacuación de apuro.

El caso, casi patético, fue el del productor Steve Rankin quien se hallaba buscando una locación para uno de los desafíos en las profusas selvas de Costa Rica cuando fue mordido por una serpiente terciopelo, una de las más peligrosas del mundo. El equipo de trabajo que lo acompañaba viajó con él por casi 3 kilómetros hasta un poblado cercano, donde requirió de los servicios de un helicóptero que lo trasladó a un hospital en San José.
A pesar de que los médicos le aplicaron antibióticos y el suero antiofídico, las cosas empeoraron: Cinco días después tuvieron que cortar una parte importante del pie.
La selva amazónica en Brasil y Perú es uno de los lugares donde deben sobrevivir “con miedo y desnudos” (como dice el título original en inglés) los participantes. Algunos (el formato data de 2013) lugares más fueron los pantanos de Florida, las montañas llenas de osos grizzlies en Colorado, la agresiva selva sudafricana o junto al mar con poca agua dulce.
El formato avanza y ahora ya aparecieron participantes argentinos que se anotaron.
Cada uno puede llevar UN elemento personal para sobrevivir: algunos eligen un machete, cuchillo grande o hachita. Otros un pedernal (para iniciar el fuego: fósforos no se pueden llevar). Les proveen una ollita para hervir el agua. Y luego… a arreglárselas. La consigna es instalarse en un lugar, moverse por allí para en los últimos días (14 ó 21) hacer un recorrido hasta un punto de rescate (o extracción).
Algunos han demostrado una notable pericia: no sólo superaron las tres semanas sino que llegaron a 40 días en supervivencia y hubo un par que alcanzó ¡60 días!
En la Argentina hubo a fines del siglo pasado un formato parecido llamado Expedición Robinson conducido por Julian Weich. Pero este es extremo.
Ver encender un fuego raspando dos leños asombra. O cómo algunos después de diez días de ayuno involuntario gritan por “¡algo con proteínas… eso necesitamos…algo de carne, por favor!”, da una idea -además- del progreso humano.
No puedo comparar GH con Supervivencia al desnudo porque al primero no lo he visto.
Pero si me pidieran que exprese un deseo, diría éste: Ojalá algún día se pueda ver por la televisión abierta argentina este programa y mostrar a la audiencia de qué somos capaces los humanos en situación extrema y en forma de vida primitiva.

(*) Periodista. Técnico en Investigación Socioeconómica.

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