En tres pequeñas comunas del sur de Suiza —Chamoson, Salgesch y Saxon, en el cantón de Valais—, 206 niños y niñas de entre 6 y 13 años participaron en un estudio pionero que encendió una alarma sanitaria a nivel internacional. Investigadores del Instituto Suizo de Medicina Tropical y Salud Pública (Swiss TPH) midieron su exposición a pesticidas y hallaron rastros de 36 agroquímicos en sus organismos, algunos de ellos prohibidos desde hace años en el país alpino.
La investigación, publicada recientemente por autoridades cantonales, utilizó una metodología novedosa: pulseras de silicona para captar contaminantes ambientales, complementadas con muestras de orina. El muestreo se realizó en cuatro períodos, durante y fuera de la temporada alta de fumigación. Los resultados son elocuentes: todos los niños estuvieron expuestos a al menos un pesticida, y algunos a más de 30. En promedio, cada infante tuvo contacto con 14 agentes tóxicos distintos.
Señales en el aire
Más allá de la detección de pesticidas, el estudio fue más allá: buscó correlaciones entre los seis agroquímicos más prevalentes —entre ellos, propiconazol y metalaxil— y los síntomas respiratorios de los niños. Si bien no se hallaron asociaciones directas con tos o dificultad para respirar, las pruebas de espirometría mostraron una disminución ligera en la función pulmonar de los niños expuestos, especialmente vinculada a esos dos compuestos.
El incremento de síntomas respiratorios entre los pequeños fue notorio: del 10% en invierno, cuando se espera una mayor prevalencia por virus estacionales, al 20% durante el pico de fumigaciones. Para el médico pediatra Bernard Borel, residente en la vecina comuna de Aigle y comentarista habitual en el diario Le Courrier, el hallazgo es revelador. “Saber que nuestros hijos están expuestos a pesticidas debería alarmarnos e incitarnos a buscar métodos de producción alternativos cuanto antes”, sostuvo en diálogo con El Cohete a la Luna.
Una amenaza silenciosa
Borel también advirtió sobre un hallazgo particularmente inquietante: varios de los pesticidas detectados están prohibidos en Suiza desde hace años. Aun así, dejaron su rastro en las pulseras de silicona que portaban los niños. Esto implica que persisten en el ambiente o se utilizan de forma irregular. “Es necesario expandir los controles y profundizar los estudios”, dijo el especialista.
Actualmente, en Suiza están autorizados unos 200 pesticidas para uso agrícola. Viñedos y granjas son los principales consumidores, con una tasa de 25 kilos por hectárea al año. Aunque la cifra se ha reducido levemente, la presión por aumentar la productividad continúa justificando su uso extensivo.

La jefa del Departamento de Epidemiología de Swiss TPH, Nicole Probst-Hensch, remarcó la necesidad de ampliar la investigación a escala nacional para comprender los efectos a largo plazo. “Los pesticidas son un tema controvertido. Contar con datos confiables es esencial para orientar el debate y la acción”, afirmó.
Suiza, epicentro de la contradicción
La paradoja suiza va más allá de sus fronteras. A pesar de sus regulaciones internas, Suiza sigue siendo una potencia mundial en la exportación de agroquímicos, muchos de los cuales están vetados para el uso doméstico. En 2020, presionada por ONGs como Public Eye, el gobierno federal endureció parcialmente sus normas de exportación y prohibió cinco sustancias particularmente peligrosas. Sin embargo, una investigación reciente de esa misma ONG reveló que las regulaciones tienen fallas estructurales.
Entre los hallazgos más preocupantes del informe de Public Eye, publicado a fines de 2024, figura que 80 pesticidas prohibidos en Suiza en los últimos cinco años no están incluidos en la lista de productos sujetos a restricciones de exportación. Como la lista no se actualiza desde 2019, las compañías no están obligadas a notificar a los países receptores sobre la peligrosidad de las sustancias ni a obtener su consentimiento previo.
Pesticidas que cruzan fronteras
La situación es particularmente escandalosa cuando se analiza el destino final de esos productos. En 2022, Suiza exportó 380 toneladas de pesticidas prohibidos en su propio territorio hacia países de la Unión Europea, a sabiendas de que muchos de ellos serían reexportados a países del Sur Global. El propiconazol, uno de los pesticidas hallados en los niños del cantón de Valais, representó la mayor parte del volumen.
Este químico, producido por Syngenta, ha sido vinculado a intoxicaciones masivas entre agricultores en India, así como a la contaminación de fuentes de agua potable en Brasil. También el tiametoxam, un neonicotinoide letal para polinizadores como las abejas, figura entre los productos exportados por toneladas desde Suiza.

Un modelo bajo revisión
La agricultura basada en agroquímicos está cada vez más en entredicho, tanto por su impacto ambiental como por los efectos sanitarios. Según la FAO, el uso global de pesticidas superó los 3 millones de toneladas en 2022, un 13% más que hace una década. Esta tendencia ascendente se da en un contexto de creciente resistencia bacteriana, deterioro de suelos y daño irreversible a la biodiversidad.
En Suiza, el caso de Valais marca un hito: es el primer estudio en ese país que documenta la exposición infantil a pesticidas con evidencia biomédica. Su impacto podría ser doble. Por un lado, visibiliza los efectos en comunidades consideradas “de bajo riesgo”. Por otro, expone las contradicciones de un país que lidera el negocio global de agrotóxicos mientras experimenta en su territorio sus consecuencias más íntimas: niños con menos capacidad pulmonar por respirar aire contaminado con químicos que, a menudo, ya están prohibidos.
Con información de El cohete a la luna.