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Día del profesor de tenis: los González, una historia de herencia y legado

Guillermo es formador y entrenador desde hace más de cuatro décadas. Su padre lo guió en sus primeros pasos; hoy la profesión llegó a su hijo. Conocemos la historia de una familia que vive y siente el tenis más allá de la profesión.

Por Santiago Sanabria

Cada 18 de octubre se conmemora el Día del profesor de tenis, recordando el natalicio de Daniel Schapira, único tenista desaparecido en la última dictadura cívico militar en la Argentina. Pero, así como esa oscura historia que jamás deberemos olvidar tuvo su paso (en parte) por la década del 70′, existen otras tantas, que se tienen que contar, como la de Guillermo González.

Él tuvo su primer contacto con el tenis a los 7 años, luego de la separación de sus padres. “Mi papá daba clases en el Itapúa y con el permiso de mi mamá, tomé clases ahí para compartir el tiempo con él”, recordó González. Eso fue generando un vínculo más que especial, tanto con su padre, como con el deporte.

“Hace 43 años que trabajo en esto, en agosto del 79′ comencé a dar clases. Mi papá me decía que tenía condiciones para enseñar y de a poco fui teniendo mis propios alumnos. Trabajé en varios clubes de Posadas y Garupá, pero enseñar en Eldorado fue el trampolín de mi profesión“, relató.

Allí fueron sus inicios como profesor formador, rol que le permitió competir junto con sus jugadores en diferentes partes del país. “Hay que dedicarse, tener el ojo clínico para estar en todos los detalles. Los profesores, maestros o formadores tenemos que ser así”, sostuvo.

Ser formador de deportistas en un mundo cada vez más competitivo no debe ser tarea sencilla, pero si lo entendemos como Guillermo, puede cambiar nuestra perspectiva. “Es mi hobby, no mi trabajo. Por eso lo hago con mucha alegría y satisfacción”, expresó González. 

Herencia y legado

Así como el protagonista de esta historia generó sus primeros vínculos con una raqueta gracias a su padre, Matías, hijo mayor de Guillermo, sigue sus pasos muy de cerca. “Que mi hijo sea profesor es una satisfacción muy grande. Estuvo mucho tiempo trabajando conmigo, se formó, creció, estudió en diferentes cursos y hoy ya tiene sus propios alumnos; algunos chiquitos de 4 a 5 años y otros que se preparan para competencias”, dijo. 

Notablemente emocionado, Guillermo reflexionó que fue profesor de chicos de 8 años que hoy son papás, incluso abuelos. Actualmente, llevan a sus hijos y nietos a entrenar con el.

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