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Fiesta Nacional del Inmigrante: cultura y comunidad en el cumpleaños de Oberá

Oberá celebra sus 97 años y la Fiesta Nacional del Inmigrante honra el legado de los colonos que poblaron esta region. En el Parque de las Naciones, casas típicas y tradiciones gastronómicas muestran cómo la ciudad transformó su diversidad en identidad. Marta Wieriemiey, presidenta de la Federación de Colectividades, destaca la fiesta como espacio de confraternidad y crecimiento cultural. Un encuentro que, más allá de su impacto turístico, mantiene vivas las raíces mientras mira al futuro.

La Fiesta

Desde su primera edición en 1980, la Fiesta Nacional del Inmigrante se convirtió en el reflejo más auténtico de Oberá, una ciudad nacida del coraje y la visión de colonos europeos. Este miércoles 9 de julio, al cumplirse 97 años de su fundación, la celebración renace como símbolo vivo del crisol de culturas que dio forma a su identidad. Lo que comenzó como un modesto homenaje, hoy se consolida como uno de los festivales étnicos más relevantes del país. Por esa razón, Oberá ostenta con orgullo el título de Capital del Inmigrante.

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El Parque de las Naciones, sede permanente de la Fiesta Nacional del Inmigrante desde 1995, es una geografía cultural en miniatura donde cada casa típica narra una historia de arraigo y transformación. La construcción de sus estructuras definitivas marcó un hito en aquel año, que consolida quince representaciones que celebran la diversidad. Tradiciones como el Desfile de Colectividades (1985) y la Noche de los Inmigrantes (2022) se arraigaron en la memoria colectiva y convoca a decenas de miles de visitantes en cada edición.

La Fiesta es un espacio de sentimientos de fraternidad

“La comunidad de Oberá se formó y creció junto a los inmigrantes que llegaron de distintas partes del mundo”, afirmó Marta Wieriemiey, presidenta de la Federación de Colectividades. Para ella, la Fiesta Nacional del Inmigrante es el espacio donde “se expresan los sentimientos de confraternidad entre culturas”, reflejados en cada detalle: desde el tradicional borscht ucraniano hasta los coros polifónicos.

Wieriemiey destaca la evolución del evento a lo largo del tiempo: “El entusiasmo por preservar las costumbres es el motor que impulsa su crecimiento”.

A nivel económico y social, el impacto es evidente. Durante los diez días de celebración, la ciudad multiplica su población flotante y dinamiza todos los sectores. Más allá de las cifras, la presidenta pone el foco en el valor simbólico del encuentro: “Aquí se vive la unidad en la diversidad”. Un ejemplo de ello fue el esfuerzo por sostener la tradición durante la pandemia, con ediciones virtuales que ofrecieron recorridos en 360° por las casas típicas.

Cada edición de la fiesta es un diálogo entre el pasado y el presente

En vísperas del 97° aniversario de Oberá, la fiesta se reafirma como un puente generacional. Jóvenes bisnietos de inmigrantes reinterpretan las tradiciones, ya sea en fusiones gastronómicas o en espectáculos artísticos de raíz étnica. “Los inmigrantes nos dieron raíces, pero somos nosotros quienes las hacemos crecer”, reflexiona Wieriemiey. Destacó el diálogo entre pasado y presente que se reencarna en cada edición.

Último almuerzo de colectividades en el Complejo Polideportivo antes de que la fiesta mudará sus sede permanente al Parque de las Naciones

El miércoles, al soplar sus velas, Oberá celebrará con orgullo su esencia multicultural. Desde aquellas primeras casas de madera hasta las modernas proyecciones mapeadas, la ciudad —como bien resume Wieriemiey— “abraza su historia mientras construye futuro”. Un legado que, al igual que el té y la yerba que sus pioneros aprendieron a cultivar, continúa siendo cosechado con la misma pasión que en 1928.

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